El prófugo ya es un icono de la posverdad

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Nicolas Maeterlinck | dpa

07 nov 2017 . Actualizado a las 07:38 h.

Es impresionante la cantidad de periódicos que siguen y difunden «las noticias de Puigdemont en directo» en sus ediciones electrónicas. Ni cuando la prima de riesgo nos ahogaba había ese interés por la instantaneidad. Si el prófugo estornuda, la mayoría de la prensa dice «Jesús». Si va al baño, habrá montones de periodistas que acuden a examinar el color de su pis. Y Puigdemont, que puede ser un delincuente, pero no tonto, aprovecha la coyuntura y funciona como si fuera el gabinete de imagen del presidente de los Estados Unidos. Y por cierto: con sus mismas armas, que son la comunicación personal y la mentira.

Como, además, está desocupado y no tiene otra cosa que hacer en Bruselas más que dormir, comer e intoxicar a la opinión pública, lo hace con denuedo: envía mensajes a TV3, maquina maldades, programa actos electorales sin quejarse como Junqueras de tener limitados sus derechos electorales y escribe artículos. Ayer mismo publicaba uno en el británico The Guardian en el que denunciaba «el encarcelamiento masivo y la criminalización de políticos independentistas», como si estuviesen en la cárcel todos los diputados, alcaldes, concejales y dirigentes de los partidos secesionistas. Calumnia, que algo queda, dijo el clásico, y Puigdemont tiene un territorio abierto para hacerlo con impunidad, descaro y me temo que con notable eficacia. Las televisiones europeas envían cámaras a Bruselas para seguir sus pasos como si fuese una estrella de cine. Los periódicos publican sus andanzas y declaraciones como si fuese la reencarnación de Maquiavelo o un nuevo evangelista: eso de ir por el mundo de perseguido da buenos resultados de difusión. Y el artículo de The Guardian demuestra que el desocupado amplía fronteras: ya lleva su mensaje directo al Reino Unido y se lo publican. Nunca el periodista Carles Puigdemont soñó con hablar ni escribir tanto, ni que sus imaginativas creaciones encontraran un eco tan rápido y tan internacional.

Y así, el desocupado prófugo va ganando espacios en la opinión pública. Su posverdad es el último fenómeno informativo mundial. Se está haciendo un líder europeo y goza de un singular privilegio: nadie le responde ni desmiente en los mismos medios porque, claro, ningún Gobierno va a quemarse en polemizar con un fugado de la Justicia. El Gobierno español viene a decir: quien quiera conocer la verdad española ante el conflicto catalán, que la investigue, que somos un país democrático como el que más. Y ahí se las den todas. Y el prófugo, mientras tanto, sigue creciendo. Ya es un icono. Ya es candidato a la Generalitat. Ya disfruta, qué sarcasmo, de respaldo judicial para seguir escapado de la Justicia española. Ya solo le falta ser president.