Lobos solitarios

María Xosé Porteiro
María Xosé Porteiro HABITACIÓN PROPIA

OPINIÓN

08 nov 2017 . Actualizado a las 07:24 h.

No es verdad que la violencia machista sea un asunto que importe poco, pero sí que importa mucho menos a los hombres que a las mujeres. Coincidiremos en que eso indica un déficit de humanidad que debería ponernos a pensar muy seriamente sobre las causas, porque sobre las consecuencias tenemos mucha más información casi a diario.

Asistimos a un recrudecimiento de la misoginia de carácter estructural. Hay una epidemia de odio hacia las mujeres. Lo vemos en países superpoblados, como por ejemplo la India, donde 2.000 fetos al día de niñas con su sexo identificado dan cuenta del exterminio; o en China, donde por cada 100 niñas hay ya 125 niños, víctimas de una selección sexual que podríamos llamar, abiertamente, eugenesia. O en América central, donde los asesinatos de mujeres pueden dejar hasta 7.000 víctimas en países como Guatemala o tantas otras solo en Ciudad Juárez (México). O en los nuevos modelos que trae la moda del porno para todas las edades, con el uso y abuso de la fuerza para dominar sexualmente a las mujeres más jóvenes por nuevos consumidores que creen lícita la violencia si es para su mayor placer.

En los últimos diez años, solo en España, 698 mujeres fueron asesinadas por violencia machista: no por robarles, cobrar una deuda o por una oscura venganza, si no por un amor rechazado, transformado en odio brutal capaz de preparar cada crimen minuciosamente. Las estadísticas de 2017 nos dicen que fueron perpetrados por estrangulamiento, asfixia, degüello, empujón desde una buena altura, apuñalamiento, a cuchilladas, a puro golpe de las propias manos, y, en bastantes ocasiones, llevándose por delante a uno o varios de sus hijos. En la mayoría de los casos las mataron cuando tenían entre veinte y cuarenta años, seguidas de las que tenían entre cuarenta y sesenta e, incluso, mayores que pudieron llegar a los 90 para morir a manos de un hombre con el que alguna vez tuvieron una relación. De cualquier edad, zona geográfica, profesión. El terrorismo machista se ha cobrado, y lo seguirá haciendo, un buen botín. Ellas son las víctimas, ellos los victimarios y, pese a la leyenda urbana de que luego se suicidan, solo una tercera parte lo intentan o consiguen.

¿Qué tiene de menos esta situación de imperio del terror de personas que actúan como seres individuales pero marcados por una ideología dominante y grupal donde a las mujeres se consideran seres inferiores a quienes se les puede perdonar la vida o condenarlas a muerte? ¿Por qué no es un grave delito el callar, consentir, compartir o reproducir los mandatos de la misoginia instalada en lo más profundo de nuestra sociedad? ¿Por qué no se equiparan las condenas por igual para todos los terrorismos y sus apologetas? Yo no veo diferencia entre los lobos solitarios que matan por la causa yihadista y los que matan por la causa del patriarcado. ¿Y usted?