Ahora toca atender al Estado

Xosé Luis Barreiro Rivas
Xosé Luis Barreiro Rivas A TORRE VIXÍA

OPINIÓN

Paco Campos | Efe

16 nov 2017 . Actualizado a las 08:29 h.

El desmadre de las élites catalanas, que el artículo 155 puso en descarnada evidencia, hay que imputárselo, además de a sus directos muñidores, a los responsables de una política de cesión y complacencia que expulsó de Cataluña la presencia del Estado, que toleró la manipulación de la imagen y la historia de España hasta límites insultantes, y que, en aras de un falso progresismo, dejó que una versión corregida y aumentada de la leyenda negra entrase en el discurso político y en la opinión pública y publicada como Perico por su casa. Igual que decimos que las elecciones no se ganan, sino que se pierden, debemos asumir que el procés no lo ganaron las troupes de Junqueras y Puigdemont, sino que lo perdieron los que chalanearon con el catalanismo radical, los dirigentes del PP y el PSOE que llenaron Cataluña de actores secundarios, y los intelectuales, profesores, editorialistas y papanatas que siempre están dispuestos a ver modernidad en la dispersión del Estado, o a comprender y reinterpretar las mamarrachadas de cualquier sublevado, mientras ven rancio y franquista centralismo en todo lo que apunta a mantener operativa esa unidad estratégica -Poulantzas dixit- a la que llamamos Estado. En aras de lo que ahora vemos como una república ensoñada, o como un cúmulo de mentiras y posverdades, hemos desterrado de nuestros debates, lecturas y sobremesas la política internacional y la vida de la UE, hemos perdido de vista la gobernanza de España, y hemos permitido que las trangalladas del parlamento catalán ocupasen, desde el verano, los espacios informativos que corresponden al Congreso.

Por eso hemos obviado que nuestro crecimiento económico vive de rentas, sin generar nuevas reformas que puedan aprovechar los vientos favorables que soplan sobre España. Tampoco hemos advertido que lo que otrora nos presentaron como nueva política -la fragmentación del Congreso, el garruleo antisistema, el populismo y el acomplejado desconcierto de los partidos que generaron y administraron la Transición- es hoy un batiburrillo estéril, una enorme falta de estilo, una ausencia total de diálogo, y una invocación de andrómenas que dejan el país a merced de las minorías tradicionales -PP, C´s, PNV y, ¡con muchos reparos!, PSOE- que tampoco saben cómo compaginar el buen gobierno con la explotación egoísta de sus oportunidades cotidianas. Por eso hay que dejar que Cataluña se macere en su propia salsa, para girar hacia una política de Estado que, con su racionalidad, su holismo y su apego al sistema, resuelva también el mal llamado problema territorial del Estado.

Con el independentismo -creo- se van también, a las quimbambas, la nueva política, la cháchara de Iglesias, los tinglados de Sánchez y el esoterismo político de rasta, visera y faldra fóra. Porque ni las rentas ni los timos políticos pueden durar para siempre.