La ventana de Julian

Manel Loureiro
Manel Loureiro PRODIGIOS COTIDIANOS

OPINIÓN

BEN STANSALL | AFP

20 nov 2017 . Actualizado a las 07:55 h.

Tengo que empezar reconociendo que la figura de Julian Assange me genera mucha perplejidad. Es uno de esos personajes que si, por un suponer, los trazase para alguna de mis novelas, mis editores me dirían algo al respecto. Y no es para menos. Y es que el australiano ha llevado una vida absolutamente fuera de lo normal, llena de emociones, altibajos, encontronazos con gobiernos y siendo uno de los padres de Wikileaks, nada menos, la mayor fuga de información de las comunicaciones secretas estatales de la historia. Ese es un punto innegable a su favor, porque de su acción, interesada o accidental, se han derivado enormes consecuencias, entre ellas mayor transparencia informativa y una renovada concepción pública de la responsabilidad de los estados. 

Pero también es cierto que esa misma capacidad para lo extraordinario la está empleando en este momento para transformarse en un personaje de ópera bufa. Desde que en el 2010 se vio envuelto en un caso de violación y acoso sexual en Suecia, la vida de Julian Assange no ha parado de dar saltos. En un curioso giro del destino acabó refugiado en la embajada de Ecuador en Londres y allí lleva, encerrado desde el año 2012, sin poder salir y viendo pasar los días desde una ventana y su cuenta de Twitter.

Y de repente, en septiembre de este año, Julian se convierte en un profundo independentista catalán. Lo que ha llevado a este hacker australiano, perseguido por Suecia y Estados Unidos y refugiado en suelo consular ecuatoriano a volcarse de lleno en la hipotética República Catalana es algo que desconozco. Hay quien afirma que, desesperado por sus años de encierro, está a sueldo del cíber ejército que ha creado Vladimir Putin en Rusia, organización que ha influido ya en las elecciones de Estados Unidos o en el brexit. Puede ser. Pero estarán conmigo en que el desembarco de Julian en la cuestión catalana no puede resultar más chusco -aún me río recordando su referencia a Pancho Sánchez, su particular cacao mental cuando quería decir Sancho Panza- ni más rijoso.

Estos días sale en la prensa que Oriol Soler, un asesor cercano a Puigdemont, se ha reunido durante horas con Assange en la embajada donde vive recluido, supuestamente para darle indicaciones sobre el contenido de sus próximos tuits. Y además, en un combo doloroso, se empieza a descubrir que el australiano habría estado recibiendo pagos de la Generalitat a través de diversos canales para compensar sus esfuerzos en las redes sociales.

Resulta chocante ver como el tiempo, el cautiverio y quien sabe si el amor por el dinero han transformado al antiguo revolucionario en un mercenario bien pagado al servicio del mejor postor. Eso solo lo sabe el propio Assange. Pero no me negarán que, desde luego, Julian ha cumplido el sueño de cualquier adolescente vago: Ganarse la vida en pijama, sin tener que salir de casa y tan solo asomándose de vez en cuando a Internet. Qué cosas.