Mujeres, desigualdad y maltrato

Uxio Labarta
Uxío Labarta CODEX FLORIAE

OPINIÓN

BALLESTEROS | Efe

23 nov 2017 . Actualizado a las 08:05 h.

Me incluyo entre aquellos cuatro de cada cinco europeos que, según el eurobarómetro sobre la igualdad de género, afirman que «les importa personalmente», pero también para la sociedad y la economía. Pero no me incluyo en ese 44 % que considera que el principal papel de la mujer es cuidar del hogar y la familia.

He tenido que esperar cuarenta y cinco años de vida profesional para ver a una mujer como presidenta del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. A lo largo de estos años he conocido a mujeres en puestos directivos en el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), pero ninguna como presidenta. También he conocido alguna que por dificultades de conciliación debió renunciar.

La desigualdad entre mujeres y hombres se sintetiza en esa desproporción brutal entre quienes alcanzan la máxima categoría profesional: profesores de investigación del CSIC, de los que el 75 % son hombres y menos del 25 % mujeres. En los inicios de la carrera investigadora las mujeres son el 58?% y los hombres el 42 %. El camino es proceloso, pero no casual para ese tres por uno. Apenas una muestra de la desigualdad, que pueden ver en la carrera judicial, o en la sanidad, o en los puestos directivos de empresas, porque ningún segmento de nuestra sociedad está libre de desigualdad. Y cito solo élites profesionales.

A la desigualdad hay que añadir el maltrato, el abuso y la violencia. Son parte de nuestra sociedad pero sobre todo de la vida de la mujer. Las somete o las mata. Y lo que es más deleznable, las culpabiliza como personas y como mujeres. Y en ello participan medios de comunicación y redes sociales hasta extremos abyectos.

Cómo entender si no la existencia de «las manadas» y la exculpación de sus actos utilizando para ello datos privados con objeto de culpabilizar a las víctimas. Pretendiendo extender la idea de que la agresión y el maltrato, incluso hasta la muerte, pudieran tener justificación.

En los últimos meses leí todo aquello que escribió Isabel Coixet, «siempre tuve claro que ser mujer era llevar una mochila más», y que llegó a mis manos. Lo último una entrevista en el suplemento dominical de este periódico. Su titular lo dice todo: «Soñaba con otro mundo para mi hija, pero hoy una chica tiene más trampas que hace treinta años». Antes había leído Maternosofía, de Inma López Silva, y más recientemente los consejos de una madre, Tommi Hammer, a su hija Lillian: «Di no porque es tu vida. No te disculpes por ser quien eres. Habla y habla en voz alta. Debes ser escuchada».

Situaciones y análisis que comparto irritado. Ochenta y cuatro años después de que en España, por primera vez, las mujeres tuvieran derecho a voto. O cuarenta y cinco desde que la ley les restituyera la totalidad de sus derechos civiles. Derechos exclusivos siempre de los hombres, a los que se añadía el sometimiento de las mujeres. Y en todo ello andamos, desacougados.