PSOE: medias naranjas y engaños enteros

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Quique García | EFE

26 nov 2017 . Actualizado a las 08:02 h.

Pedro Sánchez lo tiene claro: tras las elecciones del 21, el PSC no hará presidente de la Generalitat ni a un independentista ni a la líder de «la media naranja» del PP, Inés Arrimadas, la política catalana que con más coraje y coherencia ha defendido el Estado de derecho frente la rebelión secesionista.

Lo ha dicho y se ha quedado tan pancho, sin explicar ni a quién apoyará entonces el PSOE ni por qué califica de «media naranja» del PP a Ciudadanos, una fuerza de cambio y de progreso, según Sánchez, cuando, hace solo año y medio, intentó ser presidente. La misma que mantiene en Andalucía al Gobierno socialista.

El líder del PSOE no explica nada porque esa es la única forma de enredar, esperando que suene la flauta para él y para Iceta, quien, aunque fuera tercero (tras ERC y C’s), aspiraría a lograr la presidencia de la Generalitat con el voto de Catalunya en Comú (la candidatura de Iglesias y Colau) y ¡Ciudadanos! Para entendernos: Sánchez intenta repetir el dislate con el que trató de llegar a la Moncloa (lograr el apoyo de Ciudadanos y Podemos), tejemaneje que solo puede acabar en otro fiasco formidable.

Al servicio de ese delirio imposible no tiene Sánchez ningún inconveniente (sabemos ya que la ética política no es su fuerte) en equiparar en su rechazo a quienes han montado una rebelión y a quienes se han opuesto a ella con mucha más claridad que el PSC, para hacer así dos cosas por las que a muchos otros dirigentes socialistas se les caería la cara de vergüenza.

En primer lugar, intentar gobernar con la coalición que han montado Iglesias y Colau, quienes, tras apoyar a tope el referendo ilegal, han boicoteado la acción del Estado para restaurar la legalidad constitucional y se han unido sin fisuras a la campaña de descalificación de nuestra democracia montada por los rebeldes: que España es algo así como Zimbabue. Según Iglesias y Colau, que acaba de echar a los socialistas de la coalición que gobernaba Barcelona, en España hay presos políticos, se detiene a los opositores, no se respetan los derechos democráticos y los jueces son unos mandados del Gobierno. Es con esos aliados con los que Sánchez, en su propio beneficio, quiere hacer a Iceta presidente de la Generalitat.

En contraste con tan progresistas intenciones, uno y otro reniegan de un Gobierno constitucionalista, aun en el caso, hoy muy improbable, de que el PSC, C’s y el PP tuviesen mayoría. Para entendernos: en lugar de que sea presidente el más votado de los constitucionalistas (Arrimadas o Iceta, con el apoyo del C’s, el PSC y el PP) para llevar adelante el programa de desintoxicación nacionalista que como agua de mayo necesita Cataluña, Sánchez y el propio Iceta prefieren gobernar con los principales aliados que ha tenido la rebelión secesionista derrotada por los constitucionalistas. ¿Cómo entenderlo? Como siempre: Sánchez no piensa ni en Cataluña ni en España, solo en él. Porque Sánchez es, sobre todo, un obseso de sí mismo.