Las difíciles cicatrices de Oviedo

OPINIÓN

28 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Oviedo lleva décadas intentando definir lo que quiere ser, desde el punto de vista del tráfico y los peatones, pero no todo es transporte. La etapa de Antonio Masip dejó un sabor agridulce en la memoria de los ovetenses, ahora apenas un recuerdo en el paladar después de la fartura flatulenta de obras sin ton ni son de Gabino de Lorenzo.

Puede que Masip arreglase cosas invisibles: la red de saneamiento y la convivencia, por ejemplo. De Lorenzo también arregló algunas, pero estropeó muchas más. Si consiguió peatonalizar muchas calles que lo pedían a gritos, un plan que benefició a la ciudad aún mal ejecutado, también perdió muchas oportunidades e hipotecó la economía de los ovetenses para décadas.

Hay desastres urbanos que ni San Pedro, y no digamos el tripartito, podrán arreglar: por ejemplo, la tremendamente errónea losa que cubrió las vías de tren entre Vallobín, el centro y Ciudad Naranco. Este monumental desaguisado, que debería haber cerrado una cicatriz en la ciudad, levantó un muro casi imposible (por el coste económico) de corregir. Donde debería haberse soterrado las vías, se levantaron docenas de pilares con accesos por escaleras que dejaron aún más aislado al barrio de Ciudad Naranco, abocado al embudo permanente del paso de Nicolás Soria o a un improbable viaje a ninguna parte por el viaducto Marquina. El soterramiento habría unido Oviedo al monte Naranco con una transición natural, valiosísima.

También se derrochó la oportunidad de incorporar carriles bici o incluso un tranvía moderno al tiempo que se ejecutaron las obras de peatonalización. Se eliminó alegremente el sistema de puentes elevados con el llamado Cinturón Verde, que no era ni cinturón ni verde, y que se podría haber aprovechado para hacer pasarelas peatonales al tiempo que se conservaba una imagen interesante, histórica y diferencial, de la ciudad. Pero había que hacer caja.

Lo cierto es que, en todos los aspectos, la economía manda en el modelo urbanismo. ¿Queremos que Oviedo sea una ciudad de servicios, como centro administrativo del Principado? ¿Queremos potenciar el turismo y el comercio, fijar la población, erradicar los guetos, o todo al mismo tiempo? Es bueno ser ambiciosos. Ese es el planteamiento para buscar objetivos, pero hay que coordinarlo todo. A veces, expulsar del todo los coches de la ciudad, sin una planificación previa de párkings y transporte público, también puede echar a los que quieren buscar en Oviedo un despacho de abogados, una tienda o la consulta de un médico. Los grandes proyectos están bien y generan bonitas inauguraciones, pero hay mucha letra pequeña que generalmente ignoran los políticos.