El independentismo pierde su halo de modernidad

Tomás García Morán
Tomás García Morán CUADERNO ELECTORAL

OPINIÓN

Alejandro García | Efe

10 dic 2017 . Actualizado a las 09:11 h.

Xavier Domènech perdió en el debate televisado en TVE el pasado jueves una ocasión perfecta para desmarcarse de los partidos independentistas y rascar votos en el electorado de izquierdas crítico con el proceso. Lo tenía fácil, puesto que ERC y JxCat acudían con figuras de segunda fila. En cambio, se preocupó más de mantener la difícil equidistancia entre los dos frentes y no brilló. Pero como en el bando indepe se ha abierto la veda, Domènech se apuntó ayer al fuego amigo e interpeló a republicanos y convergentes para que expliquen qué van a hacer realmente si ganan. Porque hasta ahora solo han prometido una obviedad (acabar con el 155) y dos imposibles (sacar a Junqueras y los Jordis de la cárcel, y traer a los huidos de Bruselas). Domènech también apuntó directamente a ERC, a la que preguntó si pretende seguir gobernando con la derecha de la corrupción y los recortes.

Con estas preguntas sin respuesta, a los indepes se les va a hacer muy larga la campaña. Durante años se ha dicho que España no tenía un relato en Cataluña. Realmente no es un problema español. Es lo mismo que han explicado siempre los unionistas canadienses, o Gordon Brown durante el referendo de Escocia: prometer un paraíso nuevo es mucho más sexi que argumentar que lo mejor es seguir igual. El problema de los indepes es que han agotado las promesas. Ni siquiera han incluido la ley de transitoriedad, instrumento imprescindible para la unilateralidad, en sus respectivos programas. Y en cambio Iceta y Arrimadas sí tienen un relato: abrir las ventanas, devolver el país a la normalidad, atender a esa mitad del país silenciada.

El periodista Xavier Rius, director del digital E-Noticies, independentista y, pese a ello, una de las voces más críticas con el procés, explica en un reciente artículo que «el catalanismo, y por extensión el soberanismo, ha dejado de ser ejemplo de modernidad». «Cuando yo era joven -afirma- era una bocanada de aire fresco, todo el mundo quería ser catalanista, pero con el procés se ha enrocado en actitudes defensivas. No se puede criticar a TV3 porque es la televisión nacional. No se puede plantear la reforma de la Administración porque es un ataque a Cataluña. No se puede tocar la inmersión porque “per un país de tots, l’escola en català” [...]. ¿Por qué no se pueden plantear estos temas sin que te llamen botifler?», se pregunta. 

En la misma línea, destacó ayer la voz del actor Eduard Fernández, una de las principales figuras de la cultura catalana. En una entrevista en La Vanguardia asegura estar viviendo la situación política «con mucha angustia». «No soy independentista, me duele haber sentido que no podía ir a la fiesta nacional de mi pueblo; poco a poco me fui dando cuenta de que era una fiesta independentista, y al no querer que me contabilizaran como lo que no era, pues no podía ir».

Junqueras tiene que pensar algo pronto desde Estremera, porque si no a Marta Rovira y compañía la campaña se les va a hacer eterna.