Palestina, abandonada a su suerte

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

Wissam Nassar | dpa

09 dic 2017 . Actualizado a las 10:45 h.

Tan pronto como Donald Trump anunció el miércoles pasado que, rompiendo con las resoluciones de la ONU sobre Jerusalén, la reconocía como capital israelí, los medios empezaron a hablar de una «enérgica condena» de Estados Unidos por la comunidad internacional. No era cierto. Si uno se iba a la literalidad de las declaraciones oficiales, podía comprobar que las condenas no podían ser más farisaicas ?ya que hablamos de Jerusalén, habrá que utilizar el léxico local. La UE llamaba a «no escalar las tensiones», es decir, pide a los palestinos que se conformen. Macron lo consideró «rechazable», Merkel manifestó su «desacuerdo», el papa Francisco expresó «su preocupación» y Theresa May dijo que «esto no ayuda». António Guterres, el secretario general de la ONU, se limitó a constatar que la decisión de Trump «pone en peligro las negociaciones paz».

En la jerarquía de las respuestas diplomáticas, todo esto se encuentra en el escalón más bajo posible de la condena. Basta compararlas con la reacción, comprensible, cuando Rusia se anexionó Crimea, una acción no idéntica pero quizá equiparable: se aisló a Crimea, la OTAN movió tropas a la frontera y se impusieron fuertes sanciones a Rusia, que no pudo ni participar en Eurovisión ?si es que esto se puede considerar un castigo. Ayer se reunía el Consejo de Seguridad, pero antes de que acabase existía la sospecha fundada de que no se iban a tomar medidas parecidas en este caso.

Tampoco es probable que veamos una escala violenta que conduzca a una tercera intifada, y menos aún a una guerra regional, como temen los medios. Esto es lo único que preocupa en Occidente: una inestabilidad que pueda acabar afectándonos a nosotros. Es cierto que ayer hubo manifestaciones en Cisjordania, tal y como se esperaba; y puede ser que, si hay muertos, las protestas se prolonguen un tiempo. Pero esto depende más de lo letal que sea la respuesta de la policía y el ejército israelí que de la voluntad de los palestinos de alzarse en una insurrección, que es escasa. No es que el anuncio de Trump no les indigne, pero llega en un momento de desánimo y agotamiento. Israel ha empleado tal cantidad de violencia contra la población civil palestina, y alcanzó tal grado de impunidad en la esfera internacional, que los actos de rebeldía se dan en este momento como actos de desesperación y no como estrategia.

Aunque Hamás llame a la revuelta, carece de estructura en Cisjordania para impulsarla y probablemente tampoco la considere útil ahora. En cuanto a la principal organización palestina, Fatah, que sí tiene una fuerte presencia en Cisjordania y Jerusalén, lo ha apostado todo, bajo el liderazgo de Mahmud Abás, por una colaboración no correspondida con Israel a cambio de la promesa de mediación de la comunidad internacional, algo que nunca se ha cumplido. Este podía ser un buen momento para una iniciativa de ese tipo, al margen de EE.UU., que ha demostrado que no puede ser un mediador en el conflicto. Pero, como muestran las temerosas reacciones de la comunidad internacional, eso es lo más improbable de todo.