Enfermedades crónicas del campo

OPINIÓN

14 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Te imaginas un cuerpo con las arterias obstruidas donde la sangre no pueda llegar a las extremidades, o que dependa para hacerla circular de una sustancia tóxica? La red de transporte público es como nuestro sistema sanguíneo, y resulta vital para nutrir los pueblos; mejorar la salud de la economía rural;  y mantener nuestra sociedad en forma. Si este sistema no cumple su función, el desplazamiento en coche como alternativa más que una solución es un parche que acaba a la larga agravando los problemas del campo.  

Mantener un vehículo privado como herramienta habitual de transporte supone un coste que no puede afrontar todo el mundo. Una dependencia a la que puede renunciarse en áreas urbanas bien comunicadas y que acaba condicionando en muchos casos el lugar de residencia. Además conducir implica otras exigencias de edad, de habilidades motrices y de conocimientos que no toda la población reúne. Las personas mayores y las jóvenes, las que tienen menor poder adquisitivo y las que presentan algún tipo de diversidad funcional, se ven excluidas de esta opción. Por sexos existe una diferencia notable en el uso del coche ya que la feminización de la pobreza, la precariedad de los trabajos feminizados, la distribución del trabajo doméstico y de cuidados, y la brecha salarial, se traducen en que muchas mujeres no disponen de medios suficientes para mantener un vehículo propio. Esta es una de las razones por las que la población femenina en edad activa resulta notablemente inferior a la masculina en muchos pueblos, y con el desequilibrio entre sexos la pérdida de población se acelera rápidamente. Las familias - por último - que sí pueden hacer frente al  gasto, comprueban que un único vehículo no es suficiente para satisfacer las necesidades de movilidad de todos sus miembros, con lo que igualmente se ven empujadas a vivir en las ciudades.

El servicio de transporte público,  por su accesibilidad, es la opción que verdaderamente puede cubrir las necesidades de desplazamiento colectivas. Favorece la igualdad social y a la vez defiende el  derecho fundamental a la protección del medio ambiente. No se trata sólo de cubrir nuestras necesidades, ya no podemos permitirnos hacerlo de otro modo que no sea de manera sostenible. Incluso aunque fuera viable plantear que cada persona tuviera un coche para desplazarse resulta insostenible a nivel medioambiental por el coste ecológico que supone el uso del automóvil. El transporte público por lo tanto es más barato y asumible tanto para las personas como para el entorno del que dependemos.

¿Pero está resultando eficaz? En los últimos días sin ir más lejos se hizo pública la alegación del ayuntamiento de Aller contra la reorganización de horarios de la línea de autobús Oviedo-Felechosa: los cambios implican un trasbordo en Mieres. El recorte de trayectos el fin de semana. El adelanto de la hora del último servicio. Y la coincidencia de algunos horarios con los de FEVE, lo que impide compatibilizar ambos servicios y ofrecer al público una oferta más amplia. Es sólo un ejemplo de pérdida de movilidad para la población y de las dificultades para la gestión de un sistema que debe por un lado cubrir necesidades y a la vez ser rentable para las empresas o al menos viable su sostenibilidad desde la administración. El conflicto se agrava cada vez que los recortes en la oferta para tratar de ajustarla a la demanda desembocan en que la demanda caiga nuevamente entrando en un círculo vicioso. Es decir, mucha gente no puede ajustarse a los recortes y acaba desistiendo. Mantener un buen sistema  de transporte público requiere ante todo de estudios previos y de planificación. Los planes de movilidad rural son indispensables para una gestión racional que permita optimizar las posibilidades del servicio  y asegurar la cooperación entre administraciones desde un primer momento. Sin esa colaboración no es posible anticiparse y prevenir conflictos que al final se trasladan a la ciudadanía. La intervención de las administraciones resulta crucial para coordinar horarios y servicios, y asegurar una organización eficiente que permita la búsqueda de alternativas conjugando dificultades, derechos y bienestar. También la coherencia en las contrataciones debe ser tenida en cuenta, los vehículos han de estar preparados para  dar respuesta a la diversidad funcional y las empresas deben contar con planes de igualdad que favorezcan la incorporación de las mujeres a un ámbito tradicionalmente masculinizado.

Pero seguramente el elemento fundamental para una buena gestión es la voluntad a la hora de apostar por el transporte público y priorizar su defensa como objetivo  para mantener la población de las zonas rurales. Un objetivo  que a su vez necesita complementarse con otras acciones que lo refuercen. La movilidad es un problema acuciante que amenaza  al campo y no otros como el lobo, sin embargo no ocupa un lugar central ni recibe la visibilidad que le corresponde. Favorecer la movilidad es una estrategia no sólo para mejorar la calidad de vida y fijar población, también resulta un instrumento básico para tratar de ir más allá y revitalizar los pueblos. Mantener activas las zonas rurales es tan importante como mantener las extremidades de un cuerpo. El mundo rural aporta diversidad a la economía y riqueza cultural, previene los problemas que se generan por la falta de gestión del campo, favorece la autonomía y el emprendimiento de productores locales, la oferta de productos de proximidad, de calidad y sostenibles, y es necesario para proteger la biodiversidad y defender la soberanía alimentaria. Apoyar  el medio rural nos hace en definitiva  más resilentes  como sociedad frente a los problemas que acarrea  el mercado global,  y como seres ecodependientes que somos  garantiza un modelo de prosperidad racional, equilibrado, y sólido a largo plazo.