Del independentismo a la transversalidad

Xosé Luis Barreiro Rivas
Xosé Luis Barreiro Rivas A TORRE VIXÍA

OPINIÓN

JOSEP LAGO | Afp

18 dic 2017 . Actualizado a las 08:05 h.

Iceta, cuyo único objetivo es obtener la condición de ex vicepresidente de la Generalitat, acaba de declararse transversal. Su programa consiste en evitar que la inteligente y sólida Inés Arrimadas se instale en el Palau de Sant Jordi, y para eso ha convertido en mensaje central de su campaña que la pobre Arrimadas es vertical, que no podrá suturar las heridas del procés, y que, en el supuesto de que los electores le den un claro triunfo a los constitucionalistas, liderado por Ciudadanos, será inevitable que gobierne Puigdemont, o Junqueras, o Domènech, o Riera. Cualquier cosa -diría el patriota Iceta- menos dejar que una persona no transversal gobierne Cataluña.

Dicho lo cual, e intuyendo que Cataluña se puede embarcar en un larguísimo período de inestabilidad política, económica y social, nos interesa a todos -catalanes y no catalanes- saber y entender qué es la transversalidad, quien la inventó y para qué sirve, y a qué se debe que el ínclito Iceta se haya convertido en el gran profeta de esta nueva religión.

Para los que hablan el lenguaje de la calle, un transversal es el que vale para un roto y para un descosido, el que quiere repicar las campanas sin dejar la procesión, el que es capaz de sorber y soplar al mismo tiempo, el que disfruta por igual siendo la novia en la boda o el muerto en el entierro, el que apoya el artículo 155 para apuntarse después a una fiscalidad privilegiada en un Estado plurinacional, el que se declara ateo y le pide a un concejal que le bautice al niño, el que exige que se respete la ley y se indulte al que la incumple, y el que piensa que, cualquiera que sea el resultado electoral, es evidente que la solución es Iceta.

La transversalidad es tan vieja y ubicua que nadie sabe cuándo se inventó. El pacto de Stalin con Hitler, por ejemplo, fue muy transversal. Y los que ahora se hacen en la UE entre las derechas europeístas y las xenófobas, también. Beltrán Duguesclín -el que ni puso ni quitó rey-, y Quinto Servilio -el que contrató a los que entregaron a Viriato y no les pagó por ser traidores- también eran unos transversales de libro. Aunque yo no creo que haya nadie tan transversal como aquellos que, convencidos de que la rebelión de Cataluña es intolerable, quieren solucionarla debilitando al Estado, dándoles más competencias y más fumes de los que ya tienen, y aceptando que dicha rebelión, por ser cíclica, no debe recibir un tratamiento legalista, sino un baño de chalaneo y disolución al que los transversales llaman iniciativa política.

El jueves sabremos de qué va todo esto. Pero, por si acaso, vayan preparándose para la exhibición de transversalidad que van a realizar Sánchez e Iceta. Porque un país transversal no se merece, según ellos, la fuerte personalidad de Arrimadas, que es vertical y le llama «al pan pan y al vino vino». Y ¡hasta ahí podíamos llegar!