La noticia del hallazgo del cadáver de Diana Quer y la reconstrucción de lo que paso (ya que se especuló con toda clase de teorías desde los medios de comunicación) cerró un 2017 negro, muy negro, en lo que respecta a la lucha contra la violencia a las mujeres. Toca reflexionar como sociedad si ante esta forma execrable de comportarse hay solución o si estas actitudes machistas que nos rodean van a condenar a las mujeres a un modo de vida inaceptable e injustificable en el futuro. Las muestras de apoyo en forma de concentraciones y repulsas no han parado de crecer (aunque creo que deberían contar con más presencia), e incluso las medidas y las campañas creadas desde las instituciones para decir que ya basta no cesan, pero a tenor de los tristes datos es palpable que queda mucho por hacer y no siempre se está actuando de la manera más eficaz posible.
Hay encuestas que ya nos alertan de la situación en la que nos encontramos. En algunas de ellas se arrojan datos como que uno de cada cuatro jóvenes ve «normal» la violencia de género en la pareja, o que más del 20% de españoles de 15 a 29 años considera que la violencia machista es un tema «politizado que se exagera mucho». Ante argumentos de este tipo es difícil trabajar en favor de la igualdad. Está claro que la educación es la clave de todo pero la escuela no conseguirá corregir estas cuestiones si la propia sociedad no se aplica el cuento y sigue sin perseguir y castigar estas nocivas maneras.
El hecho de que cada vez más mujeres sientan miedo de ir solas por la calle, sobre todo por la noche, me da rabia y tristeza. Tienen derecho a ser libres y no unas valientes como parece que les instamos a ser. Es penoso tener que estar hablando de esto en un país, en teoría, civilizado como España, pero no es una exageración, sino una lamentable realidad. Mientras no nos concienciemos que el machismo mata, cada paso a dar será más lento y conllevará un peor ambiente social.