Iglesias se asoma al abismo y no ve el fondo

OPINIÓN

09 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Pablo Iglesias está cavando en Cataluña un pozo cada vez más profundo bajo los pies de Podemos y sus inefables marcas blancas. La estrategia de flotar en aguas de nadie ya se ha demostrado un rotundo fracaso electoral, una bobada naif, vaya, y esa gangrena se va a extender al resto de España, porque el partido no ha aprendido nada del fracaso. Si ya pagó cara en las autonómicas catalanas la ambigüedad respecto al empuje independentista, las consecuencias en las próximas generales pueden ser catastróficas. El mensaje podemista fue tan caótico, tan contradictorio, tan pusilánime cuando no incomprensible, que el resultado era de prever. También los socialistas pueden tomar nota de que en un contexto simbólicamente bélico no sirve de nada dar abrazos y besos a todo el mundo: hay que saltar a uno u otro lado o recibir tiros de todos los flancos, así de simple.

Parece, sin embargo, que Iglesias está más preocupado por purgar al viejo y buen estilo soviético la contestación interna que en hacer un control de daños externos, y la atracción que generó se está marchitando casi por horas. El profesor de la coleta aprovechó bien sus bazas al principio: la comunicación directa, sin el filtro de los medios; el tremendo desencanto de los electores de un PSOE esclerotizado y guerracivilista, el desgaste del PP debido a la podredumbre de buena parte de su estructura, la incompetencia de una IU en eterna desintegración.  

Pero, amigos, ahora llega la realpolitik, los escaños, la aritmética parlamentaria, y todo ha cambiado: bajo los adoquines había más adoquines, había una necesidad real de soluciones políticas y económicas que no llegan. Atrapados en su discurso antisistema, los podemistas son incapaces de llegar a acuerdos y no sólo en Cataluña. Tienen auténtico pavor a que pactar con otros partidos signifique ser tachados de ‘establishment’, pero ya lo son o deberían serlo. Y a estas alturas deberían haber aprendido que el sistema sólo se cambia desde dentro, aprobando presupuestos, dando o quitando apoyos. La literatura no se escribe en los márgenes.

Este panorama de descomposición a la izquierda del PSOE apunta al menos dos obvias consecuencias, probablemente más: una progresiva recuperación socialista, siempre y cuando Pedro Sánchez salga de la catatonía, y un apuntalamiento de la derecha fiel (y ciega y sorda) al PP y el centro derecha o lo que quiera que sea Ciudadanos.

En cualquier caso, todos los partidos nacionales deberían entender de una santa vez que los padres de la Transición cometieron un error de largo alcance al convertir el Congreso de los Diputados en una cámara de representación territorial que concedió un enorme poder a los pequeños partidos nacionalistas. Con muy pocos escaños han estado aprovechando al máximo la cómoda condición de bisagra, hipotecando la política nacional y obteniendo de ello enormes beneficios durante años, beneficios que han invertido en alimentar al monstruo que ahora ruge en la trastienda. Y que no va a callar.