Los dinka (Cataluña)

OPINIÓN

15 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

En el triturador ensayo «Sapiens. De animales a dioses», Noah Harari hace hincapié en el significado del término dinka (una tribu sudanesa), a saber, «persona», implicando que las otras tribus de alrededor no son personas. Una de estas se autodenomina nuer, que, afilando más, quiere decir «personas originales». Hariri pone, entre otros, estos dos casos en el contexto de la atávica distinción entre el «nosotros» y los «otros», raíz de la xenofobia y el racismo inveterado. Desde la Filosofía, Gustavo Bueno lo explicó en el libro «Nosotros y ellos».

En la Cataluña de Puigdemont, el Mesías Virtual, y Junqueras, el Apostólico Romano, el espíritu dinka, y el nuer, es tan diáfano como sórdido. No obstante, se hace necesario introducir un elemento nuevo, occidental, que no aparece en las querellas tribales africanas. Este intruso es el bancario-mercantil. En efecto: cientos de miles de los votos que en las elecciones del 21-D se decantaron por estos falsos profetas se engarzan descaradamente en el clientelismo que durante más de treinta años se fue tejiendo en Cataluña. Toda la administración autonómica está contaminada por relaciones de subordinación. Podría decirse, para aclararlo mejor todavía, que el soberanismo es un oligopolio empresarial que tiene en nómina a más de un millón de individuos, contando los contratos mercantiles directos y los indirectos que se derivan de los primeros, así como los miembros de las familias en edad de votar que dependen de los emolumentos del beneficiario de ese tal contrato.

Una muestra de lo anterior se halló entre la documentación incautada por la Guardia Civil. Era una de las directrices a aplicar en la nueva república, que consistía, llanamente, en engrosar las plantillas de profesores con los interinos que jurasen, o prometiesen, lealtad al nuevo régimen. Como ya ha quedado escrito semanas atrás en esta misma columna, la no intervención por parte del Estado de la Consejería de Educación y de los medios de comunicación públicos catalanes, con la aplicación del artículo 155, fue un error mayúsculo. Pero no un error del PP o de Ciudadanos, sino exclusivo de Pedro Sánchez. Este, para empezar, no existe en TV3. Ni él ni Pablo Iglesias. Rajoy, sí, pero vinculado a la Gürtel. Rivera y Arrimadas, también, pero adscritos al «españolismo». En realidad, para TV3 España no existe, salvo como imperio opresor y fascista. TV3 es uno de los «agujeros de mierda» del procés, y discúlpenme por acogerme a las palabras del mayor y más pernicioso disparate «humano» de nuestro tiempo, Trump. Putin podría dedicar los espacios sobre Cataluña de su Russia Today a otras regiones del mundo, porque desde la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales se las arreglan bien solos. El número y la condición de los periodistas de este ente es nauseabundo.

De seguir a pleno rendimiento los motores (des)informativos y (des)educativos, amén de las sociedades (in)culturales e (in)cívicas y de los costosísimos peajes en la administración y en la policía autonómica, el caso catalán no tendrá un final a la vista. Pasado mañana el espectáculo surrealista continuará.