La prórroga presupuestaria y el error de Podemos

OPINIÓN

16 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Vaya por delante que no me encuentro entre las personas que denuestan por sistema lo que haga o diga Podemos y los proyectos políticos locales o autonómicos en los que participa. La tendencia de algunos medios de comunicación, generadores de opinión y responsables de otras fuerzas políticas, dirigida a menospreciar por norma o, como mucho condescender y tolerar a Podemos, pretendiendo rebajar desde el minuto cero la condición y calidad representativa de sus cargos electos, me parece una falta de respeto a las muchas personas que han confiado en esta formación desde 2014. Evidentemente, en el debate público ninguno de los partidos puede quedar al margen del examen crítico, y menos si el propio observado tiene -como es frecuente en Podemos- un colmillo afilado para juzgar al resto. Pero cuando se analiza a la formación morada, es un poco cargante que les anden perdonando la vida a las primeras de cambio. Además, visto en perspectiva, y pese al encanallamiento de la vida política al que Podemos ciertamente ha contribuido, debe apreciarse como un fenómeno positivo de la realidad española que el descontento surgido de la crisis haya encontrado, en parte, como válvula de escape, su expresión en el juego político y electoral lejos de opciones de extrema derecha o abanderadas de la xenofobia y la exclusión, como ha sucedido en muchos otros países.

Ahora corren horas bajas para Podemos, porque, entre otras razones, la deflagración inicial que les impulsó a perdido fuerza, aunque la crisis social sea parte del paisaje; porque las pugnas internas (y su hipertrofiada teorización, marca indeleble de la izquierda) les ha hecho mucho daño, con la pérdida de la fuerza motora que es la ilusión de los militantes y la convocatoria común al proyecto épico; porque tienen excesiva dependencia de su líder estatal, cuya valoración popular es muy baja en las encuestas; y porque su posición en la controversia catalana hasta las recientes elecciones, una vez que los nacionalistas se entregan a una disparatada carrera de ilegalidades, cuesta entenderla a una gran mayoría, incluidos muchos de sus votantes. Debería imponerse una reflexión profunda sobre su derrotero y, de puertas afuera, de momento no se percibe que estén en ello con la amplitud y ambición de retomar el impulso que el momento crítico requiere.

En Asturias, singularmente, hemos vivido en las últimas semanas una muestra de una falta de flexibilidad y de insuficiente adaptación a las circunstancias políticas, que creo que pasará factura a Podemos. La negociación presupuestaria, con la orientación dada por la nueva dirección de la FSA-PSOE, supuso el mayor esfuerzo desde el inicio de esta Legislatura en la consecución de una mayoría en el parlamento autonómico que permitiese superar la paradoja de este tiempo confuso. En efecto, una Junta General con 28 diputados de izquierdas (sólo superada a este respecto por los 31 de PSOE y PCA en 1983) parece incapaz de imprimir una orientación pareja a la política asturiana, al no alcanzar siquiera un acuerdo básico que permita un Gobierno con apoyos estables. Lo siento por los esforzados Diputados, y sobre todo por los que ponen de su parte para salvar el bloqueo, pero de la Cámara se desprende a diario la sensación de que la batalla parlamentaria es un divertimento florentino del que no sale casi nada útil y menos un programa político que recoja los puntos comunes de Podemos, Izquierda Unida y PSOE, que no son pocos.

Podemos, lamento decirlo, no ha sabido interpretar el nuevo tiempo, muy distinto de las anteriores negociaciones fallidas en la que la desgana mutua de pactar era patente. No ha estado a la altura del momento y, pese a los acercamientos y las propuestas planteadas (también en el estudio de la situación de la red educativa de 0-3 años y su rebaja de tarifas, cuya exención total se puso sorprendentemente como línea roja), no ha tenido la valentía de renovar los aires, conjurar el desengaño de este periodo frustrante y dar vida a lo que queda de Legislatura (que todavía es un año largo, tiempo suficiente para sacar cosas en limpio). De un pacto presupuestario podría haberse pasado perfectamente a un acuerdo sobre prioridades de gobierno y programa legislativo para los meses venideros; y de ahí a la percepción, en la que todos ganaban, de recuperación de intensidad en la actividad ejecutiva y de obtención de resultados tangibles para las fuerzas parlamentarias que restasen apoyos con cierta continuidad.

Como consecuencia, a Podemos, no se le podrá ver como fuerza con un mínimo de pragmatismo y perfil ejecutivo, que es imprescindible cuando crece el  hartazgo por el empacho de retórica inflamada y, tristemente, se confía cada vez menos en la capacidad actora de los poderes públicos. Salvo rápida rectificación que se materialice en una dinámica nueva de acuerdos en este periodo de sesiones que comienza, el resultado es preocupante, porque la incapacidad de sumar de la izquierda en Asturias queda grabada en la opinión pública de forma casi inamovible, y la impresión de Legislatura perdida y debilidad institucional es fuertemente disolvente. Si Podemos piensa que de ello sacará ventajas, se equivoca enormemente porque pierde pie en el tablero político y sale tanto o más dañado que el Gobierno y que el PSOE.