Reacción, victimismo y conflicto

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

23 ene 2018 . Actualizado a las 08:36 h.

El viaje a Dinamarca del fugado es un viaje de diseño de gabinete de agitación y propaganda. Nada más anunciarse, tenía todos los ingredientes para suscitar titulares y largas tertulias: desafío a la Justicia, provocación, intriga sobre las intenciones, asomos de rebelión, astucia de delincuente, suspense sobre el desenlace… Ese conspirador que va por el mundo poniendo bajo su nombre el cartel de “130º presidente del gobierno de Cataluña” sabe manejar los resortes de la opinión y consigue su objetivo de notoriedad. En tiempos de noticias falsas quizá sea el personaje con mayor capacidad de manipulación de la realidad. Tiene todas las cualidades y toda la audacia para provocar una rebelión. Quizá también todas las ganas, como se desprende de algunos de sus improperios y fabulaciones en la universidad de Copenhague.

Ese fugado quizá engañe a mucha gente, incluso a la mayoría, menos al juez del Supremo Pablo Llarena, que olió la mercancía danesa y no cayó en su trampa: este tipo quiere que lo mande detener para tener derecho a voto delegado. Y lo deja sin reactivar la euroorden: si quiere el voto delegado, que se venga a España y que pruebe la cárcel. Fin provisional del episodio. Consumada la operación de propaganda y abortada la imagen del presidente detenido, pasemos página.

Y en la página siguiente encontramos lo realmente grave: Roger Torrent, presidente del Parlament, el mismo que hace días simulaba un nuevo tono, anunció que el candidato idóneo para presidir la Generalitat se llama Carles Puigdemont. Ese sí que es desafío al Estado y provocar. Eso sí que es voluntad de desestabilizar, sabiendo como sabe que tal investidura provocará un tsunami de acciones legales. Si se condena a Cataluña a ese destino, que nadie lo dude: es que se trata de provocar la reacción legal con el objetivo de estimular aún más el victimismo. Torrent, delicado en las formas, empezó a actuar como agente principal del independentismo. Se ha quitado la careta, como se suele decir y, fiel al estilo soberanista, disfraza la trampa con una petición de reunirse con Rajoy para dialogar. Otra vez el engaño y la fullería. Se pide hablar para decir después que Madrid no quiere el diálogo. Pero si Rajoy accede a reunirse, como la reunión fracasará, el guion posterior también está escrito: el gobierno se encierra, no quiere atender las demandas del pueblo catalán o, como dijo ayer el fugado, “no respeta la dignidad de Cataluña”. Si yo fuese Rajoy, aceptaría reunirme con Torrent con una sola condición: que la audiencia sea retransmitida en directo. Y a ver a quién beneficia y a quién perjudica la luz.