El relato nacional

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

12 feb 2018 . Actualizado a las 07:50 h.

El historiador y profesor de Ciencias Políticas José Álvarez Junco (Viella, Lleida, 1942) explicó, en la reciente presentación de su libro El relato nacional, que todos los nacionalismos remontan la existencia de sus pueblos hasta el principio de los tiempos, porque esta condición es la base histórica de su propia argumentación más incontestable. Por eso, señaló, «todos los relatos están hechos siguiendo el modelo israelí, de pueblo elegido». Porque es muy difícil crear un nacionalismo sin contrarios.

En 1928, Adolf Hitler, por entonces una joven promesa del mal, hablaba de esto con el rudo encono que luego lo caracterizaría: «Nuestro pueblo primero tiene que ser liberado de la confusión desesperada del internacionalismo y ser educado deliberada y sistemáticamente en un nacionalismo fanático. Hay un solo derecho en el mundo, y este derecho está en la propia fuerza de uno». No se puede decir que no hablaba claro. Y lo que vino después fue, lamentablemente, una historia bien sabida y fatalmente padecida.

Esto no quiere decir que en el nacionalismo y en el internacionalismo no haya ideas y emociones defendibles y profundas. Lo malo llega cuando el nacionalismo es, como bien dijo Fernando Savater, «una inflamación de la nación igual que la apendicitis es una inflamación del apéndice». Es decir, algo infectado. Del mismo modo que el internacionalismo -por ejemplo en su versión castrista- era una inflamación del ego, al proclamar que «ser internacionalista es saldar nuestra propia deuda con la humanidad. Quien no sea capaz de luchar por otros, no será nunca suficientemente capaz de luchar por sí mismo». Palabras que hermosean un discurso y disfrazan lo que quieren ocultar.

Porque tanto en el nacionalismo como en el internacionalismo caben las ideas más hermosas y fraternales, pero también las más crueles y repugnantes. Por eso es tan difícil abonarse a una crítica ciega o a una defensa acérrima. La realidad es la que es, y está a la vista en los libros de Historia. Tantas veces se han sacrificado las libertades y la democracia en aras de ambos conceptos que es bueno saber de qué hablamos. Para no olvidar que los «relatos» nacionalistas y los internacionalistas pueden cojear del mismo pie.