Una idea irracional, pero popular

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

OLIVIER DOULIERY | Afp

24 feb 2018 . Actualizado a las 10:51 h.

Basta con un simple ejercicio mental, el de imaginarse a alguno de los profesores que tuvimos en el colegio o en el instituto paseándose por el aula con un revólver, para entender que armar al personal docente no es una buena idea. Sin embargo, esa es la propuesta que está considerando, seriamente, Donald Trump. Y no solo Trump. Incluso antes de la última matanza en un instituto de Florida, media docena de estados norteamericanos ya debatían en sus cámaras legislativas entregar armas a los profesores para que puedan confrontar atacantes como Nikolas Cruz. Según las encuestas, más del 40 por ciento de la población está de acuerdo en que los educadores porten armas, y en ocho estados ya hay profesores que lo hacen.

Es una huida hacia adelante de los partidarios de las armas. Por increíble que pueda parecer a muchos en Europa, estos creen sinceramente que las armas son la solución al peligro que suponen las armas. Tienen que serlo porque, de otro modo, llevarían razón quienes proponen limitar su presencia en la sociedad norteamericana. Y limitarla conduciría, a largo plazo, a suprimirla. Muchos ven esto como una amenaza, un estado de indefensión ante una hipotética tiranía del Estado y, frente a esa visión entre utópica y desinformada, los argumentos racionales sirven de poco.

Es obvio que inundar las escuelas de armas provocará, casi con toda seguridad, más incidentes de los que puede evitar. Ni siquiera son las escuelas el centro de la violencia en Norteamérica -tan solo un 2 por ciento de los homicidios de los adolescentes ocurre ahí. Esa es tan solo una parte de un problema complejo que las armas no han creado pero que agravan considerablemente. Sin embargo, la fantasía heroica de una profesora enfrentándose a tiros a una amenaza armada puede más que la sospecha realista de que, incluso si han sido entrenados, la mayor parte de las personas no está en condiciones de afrontar una situación así. Baste decir que en el instituto que atacó Nikolas Cruz había un guardia armado que no se atrevió a intervenir, y era un profesional.

¿Se llevará a cabo el plan de Trump? Es difícil que eso suceda de manera sistemática, como se pretende ahora. Se puede dar por segura la oposición de las asociaciones de profesores, además de que entrenar, y mantener luego en forma, a un millón de pedagogos y personal no docente -como, al parecer, quiere Trump- tendría un coste enorme. Lo más probable es que se acabe creando algún programa limitado al respecto, seguramente voluntario, que permita al presidente decir que ha tomado una decisión valiente. Desgraciadamente, esto solo servirá para que, cuando se produzca un nuevo tiroteo, el debate orbite ya en torno a si reforzar o no ese programa, y no solo en torno al control de las armas.