Una vergüenza nacional

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

03 mar 2018 . Actualizado a las 09:42 h.

Cuando a Clinton le pusieron en la pizarra «Es la economía, estúpidos», se olvidaron de escribir algo más importante: es la educación. Y por falta de educación hemos llegado al yermo chabacano del presente. A mayor calumnia, mejor. Hasta hablan de libertad de expresión, nuevo mantra, cuando solo pretenden herir. Por destacar y provocar, hasta el BNG se ha vestido con los ropajes más zafios de su historia. Y no me digan, porque me dirán, que es peor lo que han hecho algunos de la política. Porque lo es. Han faltado al respeto de la ciudadanía. A mí me vulnera ver paseando por la calle a Urdangarin, como me vulnera que un individuo como Bárcenas haya ejercido cargos públicos (o Granados, Ignacio González...). De todo ello he escrito muchas veces. Hoy, como tantas otras, escribo de la educación. La buena. No me pregunten cómo hemos llegado hasta aquí, porque lo desconozco. El asunto se ha ido pergeñando despacio, pero arribó para quedarse. Hasta el presidente de la nación más poderosa del mundo es el mayor de los mentecatos. Un mandatario que afirma que los profesores deben de ir armados a clase no puede gobernar nada ni a nadie. Cuando la sociedad se empeña en hacer del mal gusto un acto cotidiano, se anuncia la decadencia. En todas las guerras, desde la llegada de los bárbaros, se vislumbra un regusto de idiotez. Se arrinconan el saber, la cultura y la sensibilidad para dar paso al brutal primitivismo de los patanes. Faltan educación, maneras, tacto: delicadeza. Dar los buenos días a todo el mundo, preocuparse por alguien más que por nosotros mismos, desechar la egolatría y el narcisismo, respetar la opinión ajena (especialmente la de aquellos que no piensan como nosotros). Y desechar lo soez y grosero. Lo basto: la campaña del Bloque para el 8 de marzo. La buena educación no cotiza al alza. El BNG ha hecho honor a su nombre, nacionalista, y ha convertido una campaña en una vergüenza nacional. Qué lejos ha quedado el Alba de groria de Alfonso Daniel, tan galante. Qué lejos, señora Pontón.