La última lección para el PSOE y el PP

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE GONZALO BAREÑO

OPINIÓN

06 mar 2018 . Actualizado a las 07:35 h.

Las elecciones italianas rematan el alarmante cuadro que se presenta en Europa con el auge creciente del populismo, la imparable crisis de la socialdemocracia y el declive de la derecha tradicional, que son en realidad un mismo y único problema. El éxito del Movimiento 5 Estrellas y de la xenófoba Liga de Matteo Salvini otorgan al populismo el 50 % de los votos y abocan a Italia a ser gobernada por un antisistema o un ultraderechista, sin que pueda descartarse una inquietante alianza entre esas dos fuerzas, que encendería todas las alarmas. El gran derrotado es Matteo Renzi, que pasa de ser la gran promesa de regeneración para la caótica Italia a tener el peor resultado histórico de la izquierda. El viaje del rottamatore, (el desguazador), como él mismo se denominó, concluyó ayer con su dimisión como líder del Partido Democrático.

El fracaso total de Renzi confirma que la izquierda europea no encuentra salida a una crisis que es consecuencia de sus errores, su división y su falta de liderazgo. Haga lo que haga, se hunde. Si en Francia el Partido Socialista quedó al borde de la desaparición tras dejarse arrastrar por la radicalidad del discurso populista de extrema izquierda, en Alemania el SPD, por el contrario, se ve lastrado por sus pactos con la conservadora Ángela Merkel, con el resultado de que los sondeos sitúan ya al populismo xenófobo de Alternativa para Alemania (AfD) por encima del SPD. Y algo similar le ocurrió al socialismo griego, hundido tras participar en el Gobierno del conservador Samaras, y al holandés, desaparecido tras entrar en el Ejecutivo del liberal Mark Rutte.

Pero, gobierne o no, también la derecha tradicional retrocede en Francia, en Alemania, en Gran Bretaña y ahora en Italia, incapaz de hacer frente con solvencia al empuje del populismo ultranacionalista y al discurso incendiario y antieuropeo de siniestros personajes como Le Pen, Farage o Wilders. La tentación de frenar al populismo con más populismo, asumiendo una buena parte de su discurso hipercrítico con el sistema y con Europa, y el error de combatir a la nueva política dando por buena la necesidad de refundar la democracia, es lo que ha situado contra las cuerdas a los grandes partidos socialdemócratas y conservadores de toda la Unión Europea.

España no es ajena al fenómeno. La de Italia es la última lección y quizá la última oportunidad del PSOE y el PP para aprender de los errores ajenos y no ser barridos por la demagogia populista o el adanismo de ideología difusa a lo Macron, pero sin Macron, de quienes se presentan como seres inmaculados que tienen la solución mágica a todos los problemas. Es obvio que la socialdemocracia y el centroderecha necesitan regenerarse y renovar liderazgo y discurso para conectar con una sociedad desencantada por la corrupción y la crisis. Y también que el sistema es perfectible. Pero confundir eso con la necesidad de acabar con un modelo democrático que ha dado a Europa su mayor período de estabilidad sería repetir el error histórico de dejar pista libre al populismo.