El calvario de Afrin

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

19 mar 2018 . Actualizado a las 07:15 h.

Treinta años, tres décadas ya, sin ellos. Sin las cinco mil personas, la mayoría mujeres, niños y ancianos, que sucumbieron a la muerte que cayó del cielo en forma de gas letal pocos días antes de que comenzara la primavera de 1988, pocos días antes de la celebración de Newroz, el año nuevo kurdo. Alí Hasán al Majid, apodado por amigos y enemigos como Alí el químico, dirigió en aquel año la campaña de exterminio de los kurdos iraquíes denominada operación Anfal por parte del Gobierno de Bagdad. El mundo solo se enteró de la magnitud de lo sucedido días después del letal bombardeo, cuando algunos medio divulgaron la impactante imagen de un padre cubriendo con su cuerpo a su bebé, y Danielle Miterrand, la esposa del presidente francés en aquel tiempo, se convirtió en su valedora a nivel internacional.

Apenas tres años después, en 1991, más de dos millones de kurdos se vieron obligados a huir de sus hogares hacia las montañas nevadas en busca de refugio ante al avance del ejército iraquí tras su levantamiento fallido contra el gobierno del terror de Sadam Huseín, que todavía coqueteaba con los gobiernos occidentales como soporte frente a su temido vecino, Irán.

En el año 2011, en Siria, los kurdos del norte del país, junto con algunas fuerzas de la oposición a Bachar al Asad, formaron unas milicias, las luego bautizadas como Unidades de Protección Popular o YPG, y lograron liberar casi todo su territorio del control del ejército sirio y de las milicias islamistas. Instalaron en Afrin su capital y convirtieron a esta zona en un lugar gobernado de manera democrática, donde la igualdad de hombres y mujeres posibilitó la constitución de un gobierno local paritario, algo inédito en la cultura política árabe.

La zona liberada por las YPG se convirtió así en un oasis de paz en un territorio sumido en la guerra. Afrin se convirtió en el símbolo de la resistencia democrática frente a dictadura personalistas y regímenes teocráticos. Pero solo fue un espejismo. Los turcos, que han hecho de la persecución a los kurdos y el boicot a cualquier atisbo de autogobierno democrático de está minoría su mayor obsesión en los últimos años, decidieron que la posibilidad de que estos controlaran toda la frontera siria era inaceptable para sus intereses estratégicos en la zona. Por ello, 30 años después, la historia se repite. Tras semanas de ataques turcos y, ante la inacción internacional, decenas de miles de kurdos, esta vez sirios, huyen hacia Alepo en la enésima crisis humanitaria de Siria y de los kurdos. Lamentable que no hayamos aprendido la lección.