Legisladores del timeline

Tamara Montero
Tamara Montero CUATRO VERDADES

OPINIÓN

19 mar 2018 . Actualizado a las 07:15 h.

Es normal. Agrietarse un poco por dentro cuando uno se da cuenta de que está en presencia del mal. Es normal. Llevarse las manos a la cabeza ante un crimen abyecto. Y en un ataque de rabia, desear todo tipo de penurias, de sufrimientos. La más profunda infelicidad. Por supuesto que es normal. Que la ira, por un momento, se ponga al volante. Verlo todo blanco, negro, rojo. No ser ni capaz de pensar. Claro que es normal. Ante una tragedia, la furia es algo completamente natural. Y volcar frustraciones. Y lamentarse, enrabietado, en la barra de un bar. Pero hay una línea. Muy fina. Que se ha traspasado todos estos días. Que va más allá de la normalidad. Que el racismo y la xenofobia se hayan adueñado durante una semana de nuestro timeline. Convertirse, por arte de magia, en catedráticos virtuales de Derecho Penal. Equiparar venganza y justicia en una carambola de demagogia aprovechando que el dolor no deja pensar con claridad. Y lo que es más grave. Que de la situación decidan utilizarla para ganarse un puñado de votos los que hemos escogido para gobernar. El Congreso de los Diputados, convertido en un inmenso muro de Facebook. En una gigantesca barra de bar. En la petición de Change. En el tuit que se ha hecho viral. En la legislación a golpe de clic. Y pensar que las leyes se hacen contando favs.