Una reflexión alterada por Puigdemont

OPINIÓN

LLUIS GENE | AFP

26 mar 2018 . Actualizado a las 07:30 h.

Creo que la oposición se equivoca al acusar a Rajoy de indolente y pasota, porque las exageraciones genéricas desgastan menos que las banderillas bien puestas. Por eso les aconsejo dejar atrás su raída y larga cantinela para articular esta crítica más certera: a Rajoy solo le motiva gobernar la economía, de la que espera obtener buenos y plurales resultados, y por eso tiene otras importantes tareas -como la de hacer y asentar el «discurso de España»- en irresponsable abandono.

Aunque mucha gente no lo crea, la verdad es más eficaz -también en política- que la mentira. Y para Rajoy es más cómoda una oposición que le sigue atribuyendo tres características que en absoluto le cuadran -incapaz, vago e inmovilista-, que otro hipotético escenario en el que -reconociéndole algunos aciertos esenciales para estabilizar el país, mantener su pulso institucional y superar la crisis- le imputen su absoluta incapacidad para crear un discurso de país que acabe con el autodesprecio y la indignación que atenazan nuestro sistema. Pero es evidente que la actual oposición -PSOE, C’s y Podemos- no está capacitada para dar este giro y ocupar el espacio que Rajoy deja en barbecho. Porque, mutatis mutandis, cojean exactamente del mismo pie: sólo les interesa desgastar al PP a base de eslóganes, cosa que a duras penas consiguen, mientras descuidan las actuaciones que podrían enseñar y testar los famosos cambios e iniciativas con los que piensan crear su tantas veces prometido -y nunca concretado- paraíso terrenal.

Por eso es tan apática e indolente la clase política española. Porque todos se dedican a cultivar su patio de atrás -o la «veiga da porta», decimos en Forcarei-, mientras España enseña por todas partes sus dolorosos barbechos y sus espantosos desiertos. El ejemplo más claro de este problema es la elaboración de los presupuestos para 2018, en la que Rajoy centra sus esfuerzos y esperanzas, mientras la oposición, que renuncia a una magnífica oportunidad para cogobernar el país, ofrece la lamentable impresión de que, en vez de ser una empresa constructora, capaz de restaurar y acondicionar la España del futuro, sólo consiste en una pandilla de mantenidos -pues como tales se comportan el PNV y las otras fuerzas que pactan el sí argumentando el no-, o una anárquica brigada de demolición, capaz de arrasar con lo que hay y dejarnos a la intemperie, pues así se comportan los tres tenores -Sánchez, Rivera e Iglesias- que cantan el erre que erre.

Pero este artículo se queda sin su moraleja final. Porque en este justo punto me acabo de enterar de que la policía de un Estado serio y leal como Alemania acaba de convertir a Puigdemont en lo que es: un villano fugitivo, cazado como un pardillo, que contrasta con un hombre de cuerpo entero, como Junqueras, cuyos evidentes errores y obcecadas convicciones en nada le envilecen. Porque el tiempo, ya se sabe, pone a cada uno en su sitio.