El dinero, esa vulgaridad

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

12 abr 2018 . Actualizado a las 08:05 h.

¿Cuánto tiempo hace que estalló el escándalo de los ERE? Les confieso que he perdido la cuenta, pero son unos cuantos años. Después de todo lo visto e imaginado, vacas quemadas con billetes, orgías de tabaco y coca, reparto alegre de dinero entre afines y amiguetes, ahora se celebra el juicio y se está en los días más interesantes: la declaración de los políticos que, en teoría, tuvieron mayor responsabilidad. Ayer declaró José Antonio Griñán, que fue consejero de Hacienda de la Junta, ministro en Madrid y finalmente presidente de la Junta y del Partido Socialista: todo un símbolo del poder socialdemócrata.

Tengo la mejor opinión de Griñán. Es un hombre docto, creo que honesto y de notable calidad humana. Quizá sea el mirlo blanco entre la cantidad de golfos que están desfilando delante del tribunal. Lamentaría mucho verlo ingresar en prisión. Pero su declaración de ayer denuncia a qué nivel puede llegar la desinformación de los más altos cargos sobre lo que ocurre en los organismos que administran: Griñán dijo que conoció el caso cuando estalló. Hasta entonces, siendo consejero de Hacienda, no tenía la menor idea de la cantidad de dinero público que discurría por debajo de su despacho. Conocía, claro, las partidas, pero ignoraba el uso que hacían de ellas estaban algunos de los 250.000 funcionarios de la Junta. «No se puede llegar», explicó, «a ese nivel de detalle como consejero».

Estos días asistimos también a las declaraciones en la comisión de investigación del PP en el Congreso y el martes ocurrió algo parecido: ni Esperanza Aguirre ni Ignacio González sabían cómo se financió el partido en su comunidad, aunque afirman que no existe ni existió ninguna caja b. Son legendarias las explicaciones de la infanta, que no sabía cómo se pagaba su casa, las demás mujeres que ignoran lo que hace su marido y todos los dirigentes que, teniendo tanto poder en su partido, jamás tuvieron acceso a las cuentas ni se han preocupado por cómo se llenaban. Es como si el dinero fuese un producto mágico que aparece milagrosamente en los asientos contables. Un gran político o una gran mujer no malgastan su inteligencia en esas vulgaridades.

En el caso concreto de Griñán ya he dicho que lamentaría verle en la cárcel. Pero me dispongo a esperar la sentencia con ansiedad. Necesito comprobar si el desconocimiento de un tráfico ilegal de dinero es suficiente para proclamar la inocencia. Por ampliación, necesito saber si vale como disculpa confesar que toda la responsabilidad de la financiación ilícita de partidos se agota en su tesorero. Y cuando sepa todo eso, les diré a ustedes si el desconocimiento alegado y en muchos casos la mentira es la gran defensa ante la corrupción.