CC.OO., UGT y la «izquierda exquisita»

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Santi Palacios | dpa

18 abr 2018 . Actualizado a las 07:34 h.

La participación de CC.OO. y UGT en la manifestación celebrada el domingo en Barcelona para exigir la liberación de los independentistas ahora en prisión preventiva tras haber sido acusados de gravísimos delitos es un trágico error, que deshonra gravemente la trayectoria de ambos sindicatos en defensa de las libertades.

CC.OO. y UGT firmaron los Pactos de la Moncloa y contribuyeron con ello decisivamente a la consolidación de nuestra democracia. Se opusieron a la locura criminal de ETA, de un modo radical, cuando tantos mantuvieron aquella indecente equidistancia de «lo de ETA es un problema muy complejo». Y defendieron el orden constitucional contra el pronunciamiento militar de Tejero y compañía, con el coraje de quien sabía de verdad lo que nos estábamos jugando.

Por eso, la connivencia con lo que el historiador Santos Juliá, en referencia a la rebelión secesionista catalana, ha calificado con toda la razón como un pronunciamiento civil -pues connivencia y no otra cosa es salir a la calle a exigir la libertad de los rebeldes- constituye para los dos grandes sindicatos españoles una autotraición incomprensible a su limpia trayectoria de defensa de las libertades democráticas, comenzada ya bajo la dura persecución del régimen franquista.

En realidad, con esa metedura de pata formidable -que estoy seguro tendrá avergonzados a muchos militantes y dirigentes de ambos sindicatos- CC.OO. y UGT se pliegan al cínico planteamiento de lo que en alguna ocasión he denominado la izquierda exquisita, esa que presume de defender como nadie las libertades y derechos democráticos, pero que no se muestra jamás dispuesta a apoyar a quienes -policías, jueces y fiscales- se encargan, cada uno en su esfera, de una tarea que, para asegurar los derechos de todos, hace necesario en ocasiones restringírselos a algunos.

La izquierda exquisita sigue pensando que las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado son los cuerpos represivos de la pasada dictadura: ahí están los incidentes con la policía local de Paula Quinteiro y de quien le sigue en la lista de En Marea; y ahí están los de algunos dirigentes de Podemos (Juan Carlos Monedero y Rommy Arce), que implicaron sin pensárselo dos veces a la policía madrileña en el fallecimiento por causas naturales del mantero senegalés Mame Mbaye, a quien los agentes no hicieron otra cosa que auxiliarlo.

Y la izquierda exquisita sigue pensando que, como en la dictadura, los jueces están a las órdenes del poder ejecutivo, sin importarle un pito que esos mismos jueces hayan imputado, procesado y condenado a políticos de los Gobiernos (central o autonómicos) que existen en España.

Esa extrema izquierda, que jamás ha hecho nada de verdad por la democracia de verdad, vive en un ensoñación (un delirio, en realidad) tan falso como sin duda peligroso: que la democracia solo se defiende luchando contra las leyes y las instituciones que son a fin de cuentas sus legítimos y genuinos valedores.