Lo siento de veras

Marta Otero Torres
Marta Otero EN LÍNEA

OPINIÓN

21 abr 2018 . Actualizado a las 09:32 h.

No soy nadie para hablar. No soy víctima. Ni siquiera soy vasca. Pero ese comunicado de perdón me ha removido las entrañas. No me puedo poner en el lugar de quienes les han arrebatado lo que más querían, sus familiares, ni de quienes han sufrido secuelas físicas y psicológicas que todavía duelen. Quienes solo querían paz y encontraron la muerte. Solo me vinieron de golpe a la garganta miles de sensaciones de las noticias que empañaron de horror mi infancia, que me hicieron descubrir sin anestesia que el mundo no era bueno. Que me obligaron a preguntar qué era el terrorismo y a intentar entenderlo cuando todavía peinaba a mis muñecas. ETA fue la responsable de que parte de la ilusión de una niña por vivir en un mundo en paz se machacase en pedazos. Como con un martillo. De que algunos días las imágenes de los atentados se me metiesen dentro como un nudo de angustia que no se deshacía. De que mi inocencia saltase por los aires como los cuerpos con las bombas. Por eso hoy he llorado. Porque hasta hoy no me había dado cuenta de qué parte de mi vida se apropió algo que quise creerme que era un problema ajeno. No soy víctima. No quiero ni pensar lo que han sufrido quienes lo son y lo fueron. Pero la sociedad entera ha vivido durante demasiados años bajo la guillotina del terror. Cuando escuché la noticia de la disolución definitiva de ETA una extraña mezcla de alegría y pena me sacudió el estómago. Pensé que no lo vería. Pero no es tan fácil como pedir perdón y punto. Lo siento de veras.