El teléfono rojo ya funciona

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

21 abr 2018 . Actualizado a las 09:32 h.

Las dos Coreas han puesto un teléfono rojo a sus líderes para que puedan hablar directamente en cualquier momento, con vistas a las inminentes negociaciones con EE.UU. Ayer se hicieron las pruebas de este teléfono rojo, que en realidad es blanco, y los técnicos estaban satisfechos con la calidad del sonido. «Es como si hablásemos con el vecino de al lado», dijo un diplomático surcoreano sin darse cuenta de que eso es lo que es Corea del Norte.

Las negociaciones están previstas para «junio, o quizás antes», pero los movimientos de ajedrez ya han comenzado en esta partida múltiple. Corea del Sur se ha anticipado, programando un encuentro previo la semana que viene entre su presidente y el dictador de Corea del Norte. Se dice que Moon Jae-in va a ofrecer a Kim Jong-un un acuerdo de paz entre estos países que siguen técnicamente en guerra desde 1950. Si esto es cierto, sería una jugada audaz; aunque revelaría, una vez más, las divergencias en intereses y estrategias entre Seúl y su aliado norteamericano. Un tratado de paz debilita hasta cierto punto la posición negociadora de Corea del Norte de cara a las conversaciones de mayo o junio, por lo que es difícil que Kim acepte. También sería difícil para Moon venderlo en Corea del Sur, donde la opinión conservadora es muy reticente. Pero, si se firmase ese acuerdo, las conversaciones entre Kim y Trump se convertirían de repente en un asunto exclusivamente bilateral, algo para lo que el presidente norteamericano quizás no se ha preparado convenientemente.

Muchos se preguntan si se ha preparado para alguna otra cosa, en realidad. Es ahora cuando empiezan a escucharse voces preocupadas por la rapidez con la que está yendo todo. Negociaciones anteriores requirieron años, y aun así fracasaron. Sobre todo, hay temor a lo que pueda pasar en el encuentro cara a cara entre Trump y Kim. Inquieta que Trump decida improvisar, frente a un Kim más inteligente de lo que se suele creer y que ha tenido tiempo para pensar su táctica. A Japón le angustia que Trump firme cualquier acuerdo. A Corea del Sur le angustia que Trump pueda echarlo todo a perder y no haya acuerdo. Quizá es por eso por lo que Seúl ha decido anticiparse y verse con Kim antes.

Y, sin embargo, las perspectivas son buenas. Esta vez hay verdadera voluntad negociadora en Corea del Norte. No está espoleada por las sanciones -su economía es la más estable en años- sino confiada por haber completado con éxito su programa nuclear militar. Ese programa tenía como único objeto presionar a Washington a una negociación directa y, ahora que ya lo ha conseguido, no es inimaginable que renuncie a su arsenal a cambio de garantías de que no se intentará con ellos un cambio de régimen. Ese desarme nuclear será, con toda seguridad, la exigencia de partida de EE.UU. en unas negociaciones que ya han comenzado con una visita de Mike Pompeo, el director de la CIA, a Piongyang. En sus manos, en las Trump, en las de Kim, y en las de la suerte, estará el resultado.