La España del PP, entre Sicilia y Turquía

OPINIÓN

01 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Una de las cosas que primero sorprenden al viajero que visita Sicilia en automóvil es que casi todas las carreteras y autopistas aparentan estar en obras. Proliferan las señales en amarillo, con límites extremos a la velocidad, los desvíos a un solo carril en las vías con doble calzada o incluso los «provisionales» a carreteras secundarias. El viaje que, tras consultar el mapa, se calcula de una hora puede prolongarse hasta cuatro. La isla ha cambiado mucho, ha disminuido la delincuencia, se restauran los cascos históricos de las ciudades y los monumentos, se ha modernizado la hostelería, aumentan los turistas. El visitante podría pensar que la proliferación de indicaciones amarillas es un signo más del progreso, que pronto las rutas sicilianas se parecerán no a las del rico norte de Italia, a las alemanas. Algo resulta sospechoso: en los carriles «provisionalmente» cortados crece la maleza, incluso árboles, las señales amarillas están oxidadas de tanta exposición a la intemperie, hasta la maquinaria, cuando está, parece abandonada. Si el viajero se enamora del país, algo que resulta fácil, y decide repetir el viaje podrá encontrarse con la sorpresa de que, incluso con lapsos de más de veinte años, la autopista que estaba en obras sigue exactamente en el mismo estado.

No sé si al señor de la Serna le gusta Sicilia, pero, aunque solo sea por intuición, ha decidido imitar a los responsables de las obras públicas del país de Sciascia y Camilleri, no puede extrañar en un ministro del PP. Si hay baches, badenes o desprendimientos, en lugar de arreglarlos, se rebaja la velocidad y se colocan las oportunas señales amarillas. Es el caso de la autovía que une a León con Benavente, por cierto, una prueba de que las inversiones regionalizadas son una trampa, los más perjudicados por su estado somos los asturianos, leoneses y gallegos, ciudadanos de tres comunidades autónomas distintas, aunque afecte a conductores de toda España, a los portugueses que van a su país desde otras zonas de Europa y a los turistas y transportistas de cualquier origen ¿su reparación debería considerarse una inversión para León o también lo es para Asturias y Galicia?.

Podría pensarse que un grano no hace granero, pero si desde Benavente se sigue por la A-52 hacia Vigo se encontrarán numerosos desvíos a la siciliana, en los que casi ha crecido bosque, y tramos en condiciones similares al leonés. En la A-55 se colocaron hace años señales de obra, aparentemente con la única finalidad de reducir el elevadísimo número de accidentes disminuyendo la velocidad máxima a 60 km. hora, las obras ni están ni se las espera. Ahora, se promete una autovía nueva. Algo parecido sucede si se continúa por la A-66 hacia Sevilla y los ejemplos proliferan por todas las rutas del país. La propia A-6, la otra gran vía de acceso a la comunidad gallega, aunque en mejor estado que la A-52, no se libra de los tramos sicilianos.

Lo más sorprendente para quien viaja mucho y tiene la costumbre de leer los periódicos de los lugares que visita es que el ministro de la Serna asemeja ser uno de los reyes magos. Las carreteras y autovías no se reparan, pero promete otras nuevas, líneas de ferrocarril de alta velocidad, estaciones, metrotrenes, todo lo que se le pida será concedido. Eso sí, comenzará a hacerse realidad a partir de 2020, una vez que se hayan celebrado las próximas elecciones generales.

Al fin y al cabo, todo debe tener su armonía. El PP ha demostrado con creces su querencia siciliana, tanto en el funcionamiento interno como en su forma de hacer política. El caso Cifuentes ha terminado en esperpento, algo a lo que ya estamos acostumbrados. No pretendo hacer una relación exhaustiva, como con los casos de corrupción, la relación sería interminable, baste con recordar al «pequeño Nicolás», al «yonqui del dinero», las loterías de Fabra, los billetes de Alfonso Rus, el millón de euros que dejaron olvidado los fontaneros, o los trabajadores de Ikea, en el altillo de Granados, las vírgenes condecoradas, los ministros cantores de Málaga, el eurodiputado prostibulario... Evidentemente, lo peor no es que el PP haya convertido la política en un vodevil sino que, como tantas veces, la señora Cifuentes no haya dimitido por mentir reiteradamente en público y en el parlamento, por haber sido beneficiaria de la corrupción de una universidad que fue creada precisamente para ser controlada por su partido, sino que se aferrase al cargo, arropada y jaleada por sus conmilitones, hasta que el descrédito convirtió en inevitable su cese.

Los papeles de Bárcenas han sido admitidos como prueba por los tribunales, en ellos aparece que hasta el actual presidente del gobierno recibió sobres de dinero negro del partido. La infracción fiscal estará prescrita, tampoco tiene trascendencia penal el hurto de Cifuentes, pero Mariano Rajoy debió dimitir cuando estalló el escándalo y debió haberlo hecho todas las veces que se descubrió que aquellos cargos a los que había nombrado, elogiaba, arropaba y protegía cuando eran acusados de corrupción eran verdaderos delincuentes. Omertà y vendetta, malas prácticas sicilianas.

Habría que desconfiar mucho de los españoles si el merecido descrédito del PP no se reflejase en las próximas elecciones, falta un año, pero la memoria no puede ser tan frágil. Ciudadanos y el PNV le han dado árnica al PP con los presupuestos. El partido de moda cree que es preferible llegar a 2020 gobernando en ayuntamientos y autonomías y con una organización reforzada en todo el país. Los vascos han preferido pájaro en mano que ciento volando. Eso sí, han conseguido desacreditar aún más al gobierno: la subida de las pensiones, ayer imposible, es hoy perfectamente asumible. Es muy dudoso que los pensionistas vuelvan a confiar en el PP.

La corrupción y la mentira deberían ser suficientes para derribar a un gobierno, son intolerables y en una democracia la opinión pública debe castigarlos, pero el del PP se ha mostrado, además, como liberticida. Merecería un artículo por sí solo, pero el uso indiscriminado de la acusación de terrorismo conduce directamente a la Turquía de Erdogan. No puede extrañar que Rajoy arropase a su ministro de asuntos exteriores, en su reciente visita a España, cuando fue preguntado por las críticas del Parlamento Europeo y el Consejo de Europa a las medidas antidemocráticas que cuestionan las próximas elecciones turcas.

Sicilia y Turquía, malos modelos políticos para la España del siglo XXI.

Coda: La sentencia sobre la violación colectiva de una chica de 18 años en Pamplona es alarmante. No es posible comprender cómo, de la relación de hechos que relata, los dos jueces partidarios de la condena pudieron concluir que solo fue un delito de abusos. El voto particular del magistrado González es intolerable. Todo ello prueba lo justificado de las manifestaciones del pasado 8 de marzo. La esperanza reside en las jóvenes, también los jóvenes, que, como ese día, protagonizaron las manifestaciones de protesta. Ojalá ellas y ellos logren cambiar este país en más profundidad que lo hicimos nosotros.