Cultura de la violación

OPINIÓN

08 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La sentencia de La Manada es habitual  en casos similares pero con menos repercusión.  Un ejemplo es lo sucedido en Orriols o esta resolución que se dio a conocer el viernes en Avilés.

Si durante una violación el agresor no necesita poner en práctica la fuerza bruta la justicia entiende que no hay agresión sexual sino abuso, por lo tanto la pena resultante es menor. La ley no repara en que la constitución física de un hombre que te puede doblar en fuerza, y a lo mejor incluso en tamaño, en un contexto de aislamiento en el que como víctima no puedes recibir ayuda aunque pidas auxilio, es de por sí amenaza suficiente para que no exista resistencia de igual manera que si empuñara un arma. Confiere el mismo poder, no puede ser juzgado de forma más leve.  Las mujeres no nos resistimos muchas veces. No lo hacemos porque no podemos, no porque consintamos. Ningún agresor ataca conscientemente a la persona que está es posición de enfrentársele. A veces pueden errar, creen que las tienen todas consigo y la víctima ve una salida, una oportunidad para defenderse que aprovecha con éxito en ocasiones. Pero la intención de un violador es buscar a la víctima más indefensa, en una circunstancia en que no le quede más opción que someterse o en la que esté seguro de poder reducirla con facilidad.

Cuando no hay ninguna posibilidad cabal de que la mujer se defienda con éxito, cuando la víctima sabe que no cuenta con ninguna escapatoria,  hace lo que haríamos cualquiera. Lo que hizo la joven de los San Fermines, cerrar los ojos y rezar para no sufrir daños mayores pues sabe que su integridad está a merced de la falta de escrúpulos de otros. Cualquier delito que se comete desde la desproporción absoluta de fuerza  y poder debe ser juzgado teniendo en cuenta la falta de humanidad que implica, en ningún caso esta actitud puede servir como factor atenuante. La falta de oposición activa por parte de una adolescente contra cinco hombres corpulentos, uno de ellos militar y otro guardia civil, lo que indica no es una posible aceptación,  una duda respecto a su consentimiento, lo que pone en evidencia es su estado de indefensión total, su incapacidad para impedir todas las vejaciones sobre ella mientras se reían y la grababan.

La reacción violenta de la víctima no se da cuando sabe que no servirá para nada, solo para resultar más dañada. De hecho el consejo que daríamos a una persona que nos importa  en una situación en la que se ve sin salida es que trate por todos los medios de minimizar el daño que puede sufrir. Luego la justicia te culpabiliza por no pelear a golpes aunque no tengas la más mínima posibilidad, como si además de mucho porno viéramos demasiadas películas de acción. Se explica constantemente esta conducta pasiva de las víctimas como si no fuera el comportamiento natural y común de cualquier persona en circunstancias análogas. La falta de empatía es brutal por parte de quienes no quieren entenderlo.

Las víctimas no se enfrentan cuando quieren, sino  cuando pueden. Cualquier persona reacciona inmediatamente si peligra su integridad a menos que se perciba  impotente. La indefensión se da ante la ausencia de alternativas viables, poco importa el contexto en el que lo analicemos. De hecho la agresión desigual la identificamos y nos repugna socialmente en todos los escenarios, salvo cuando se trata de niñas o mujeres violentadas. Solo entonces caben las dudas y las interpretaciones. Esto se relaciona con que el violador tampoco actúa cuando quiere sino cuando puede.  Dañar a alguien de cualquier forma entraña un peligro y más en una relación cuerpo a cuerpo, atreverse a ello y actuar con un margen de confianza que permita asumir el riesgo responde a una evaluación calculada. ¿Se va a exponer un violador a que la agresión se vuelva en su contra y salir dañado? No, el que comete este delito, como cualquier delincuente, lo que trata de buscar es el riesgo cero preservando su propia seguridad. Cuando lo consigue y la desproporción de fuerza  es tan grande que solo cabe la resignación de la víctima, la calificación del acto se reduce de agresión a abuso. Aunque sean cinco desalmados en un portal. La cultura de la violación es la que ha sustentado que este modo de aplicar la ley fuera considerado legítimo y la sociedad no lo cuestionara hasta ahora. ¿Cuántos se están beneficiando por actuar de la manera más cobarde e infame? ¿Cuántos consiguen a cambio ser absueltos?.