Máxima expectación

Xosé Carlos Arias
Xosé Carlos ARias VALOR Y PRECIO

OPINIÓN

06 jun 2018 . Actualizado a las 08:05 h.

A grandes males, grandes remedios. A este sencillo principio de la sabiduría popular parece responder la lógica de la moción de censura que ha traído en volandas al nuevo Gobierno. La situación que el país arrastraba, y que llegó a su paroxismo con la sentencia de la Gürtel, era de una paradoja extrema, haciendo recordar lo que para otros ámbitos el pensador francés Paul Virilio llamó inercia polar: una de esas raras situaciones en las que todo parece agitarse, y nadie está satisfecho… pero en las que nada se mueve. Bloqueo total. A ese insano estado de cosas le ha dado salida el Parlamento hace unos días, y es una buena noticia.

Claro que nadie ignora que vienen tiempos quizá demasiado interesantes. Pero el nuevo Gobierno tiene sus bazas, y el contar con poco tiempo -acaso solo unos meses- no es la menor de ellas. Lo que amplios sectores sociales esperan de él es la puesta en marcha de un programa corto de medidas que traigan algo de aire limpio donde estaba muy viciado, ya sea en relación con el retroceso de algunas libertades (con la llamada ley mordaza), o con la pluralidad de la televisión pública. Y respecto al gran problema -la herida catalana-, siendo también lo más difícil, se abre una inesperada ventana de oportunidad, una vez comprobado que el actual escenario no lleva a ninguna parte.

Las prioridades del programa de gobierno de Pedro Sánchez serán, por tanto, estrictamente políticas. Respecto a la economía, en cambio, no debiera haber grandes cambios, por varias razones. Primero, porque aquí sí que el escaso plazo disponible desaconseja totalmente cualquier cambio de rumbo. En segundo lugar, porque debe partir de un presupuesto ya en trance de ser aprobado, lo que en sí mismo marca una tendencia hacia la continuidad. Y tercero, porque la situación en la eurozona vuelve a ser delicada, y no están descartadas nuevas turbulencias, en esta ocasión de origen italiano. Por eso es importante dar señales de estabilidad macroeconómica desde el primer día, y Sánchez parece haberlo entendido: probablemente la tranquila reacción de los mercados al cambio de gobierno tiene que ver con esas perspectivas de continuidad en la orientación macroeconómica.

Pero que se mantenga su línea básica no debiera impedir que se ponga en marcha un conjunto de medidas -siempre bien seleccionadas- dirigidas a solventar algunos de los problemas que la muy incompleta recuperación nos ha dejado: ausencia casi total de políticas activas de empleo, retroceso en ciencia e innovación, aumento de la desigualdad y la pobreza, notable caída de los salarios. Es verdad que, para casi todo eso, no contar con presupuestos propios será una restricción importante; y con respecto a los salarios, es cuestión que queda en gran medida fuera del margen de actuación de un gobierno, pero al menos puede esperarse una actitud proactiva que impulse acuerdos sociales favorables a su aumento. Un reto complejo, expectación máxima.