Pedro, los bárbaros y lo urgente

Luis Ordóñez
Luis Ordóñez NO PARA CUALQUIERA

OPINIÓN

10 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Todos los presidentes españoles terminan mal y no es por ninguna maldición de La Moncloa ni tampoco (en todos los casos) por no saber retirarse a tiempo. No hay una explicación global, que hile cada episodio para darle un contexto de conjunto que nos reconforte, las causas son mundanas y circunstanciales, cada cual tuvo la suya muy distinta a la de los demás. Adolfo Suárez, presidente canonizado hoy en día, fue entonces arrollado por extraños pero ante todo por propios que dinamitaron la UCD. El muy resistente Felipe González terminó derrumbado por acumulación y hastío, cargado de casos de corrupción que entonces nos parecían asombrosos porque no sabíamos lo que tendría que llegar, inocentes. José María Aznar, que fue el primero en marcar su propia fecha de caducidad en 8 años, había puesto a Rajoy como sucesor pero se guardó para los instantes previos a las elecciones un notable capítulo de la historia universal de la infamia con la difusión de una mentira de enorme gravedad sobre la mayor matanza terrorista sucedida en España y con el largo epílogo de una teoría de la conspiración que se prolongó durante años. Zapatero forjó algunos de los más floridos eufemismos nunca concebidos para evitar decir la palabra crisis mientras la economía del país se hundía en un pozo de vértigo. Y aún así, para mí personalmente lo peor y más miserable de todo fue el indulto concedido en el último suspiro de su presidencia al consejero delegado del Banco Santander, Alfredo Sáenz, como una bofetada para que nunca se nos olvide que la justicia no es igual para todos. Y luego está Rajoy, quizá el peor parado porque se fue con una moción de censura, expulsado, porque la desidia que fue columna vertebral de su estrategia política a lo largo de toda su trayectoria terminó por volverse contra él cuando el hedor de la corrupción era ya insoportable.

Quizá Sánchez acabe mejor porque las maldiciones no existen y porque lo que tiene de distinto es su llegada a la presidencia. Nos tiene a todos encandilados Pedro con su hábil maniobra, a medio camino entre la audacia inédita y la pura potra, y luego con el anuncio de un gabinete de ministras y ministros que reluce por méritos propios en algunos casos aunque también porque parece un fulgor de modernidad al lado de los de su antecesor, que ya hubiera parecido carca no en 2018 sino en 1918 porque el conservadurismo de Rajoy era tan decimonónico que tenía pinta de venir con una carta de recomendación de Cánovas y de Sagasta también. 

Sánchez lo tiene todo de cara además, con unos presupuestos aprobados sin necesidad de pelearse con nadie para sacarlos; todo lo que sean pegas se le podrá achacar a esas cuentas que no eran suyas y lo que sean éxitos se podrá vender como méritos de su ejecución. En un ataque de histeria muy propio de su carácter, la carcundia nacional se puso a levantar barricadas contra los bárbaros de Kavafis que iban a llegar al trote por la estepa junto al líder socialista y como eran de Kavafis pues no ha llegado ni uno y no habido concesiones ni al soberanismo catalán, ni a Bildu ni a los reptilianos, ni a los rosacruces. Un día, quizá cuando mi hijo sea anciano, habrá un conservadurismo español que se comporte como un adulto y no entre en una continua perreta de mocoso malcriado cuando pierde y entonces este país dará gloria verlo.

Ciudadanos se ha quedado con todo un garaje, con una nave industrial repleta, de motos que ahora ya no se pueden vender y Podemos podría intentar reinventarse como oposición algo más a la izquierda si le dejan las constantes reinvenciones del propio Pablo Iglesias aunque igual se guarda cinco o seis (de momento, esto se puede decir el sábado por la tarde cuando esto escribo, quién sabe qué nos dará de sí el lunes o el martes, los morados de Asturias y Xixón sí Puede han decidido convertirse en el principal sostén de un Foro en plena descomposición; Cascos debería ofrecerle a Mario del Fueyo la candidatura a la presidencia del Principado). Ay, reinventarse, pensábamos que Rajoy era el maestro del esquinazo y en realidad llegó Pedro como discípulo superior. Es Palpatine de Darth Plagueis.

Suerte al nuevo presidente, los dioses de la fortuna hoy le son propicios. Lo que más urge no se le puede pedir todavía. España precisa ante todo, por encima de todo, lo más prioritario, un reparto más equitativo de la riqueza, demoler el fraudulento sistema laboral que nos condena al subdesarrollo (porque que la mayoría esté trabajando en condiciones de precariedad y temporalidad mientras una minoría acumula sin freno es un polvorín). Pero Sánchez tiene sólo 84 diputados (los tiene, por cierto, porque le hicieron la cama y no hubo otras elecciones en las que con casi toda probabilidad hubiera tenido menos y la moción de censura hoy sería inalcanzable) y ni para su grupo, ni tampoco para ninguno de los que cuentan con representación en la cámara parece que esto sea una cuestión urgente. La verdad, están dispuestos a hablar de cualquier cosa y ocuparse en la más absurda de las ocurrencias antes que abordar la explotación laboral sobre la que se sostiene el chiringo.

Esperaremos, es lo que mejor se nos da hacer.