El PP inicia su travesía del desierto

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

Javier Lizón | efe

21 jun 2018 . Actualizado a las 07:16 h.

El Partido Popular inició ayer su dura travesía del desierto. Siete candidatos -cinco sargentos y dos mariscalas, para ser exactos- optan a encabezar el cuerpo de ejército que marcha hacia la reconquista del poder. Su éxito, francamente improbable, depende de su capacidad de sortear cuatro inhóspitas etapas. Tres de autorregeneración y la última, la batalla decisiva, de confrontación directa en las urnas. 

La primera etapa corresponde a la guerra civil. Fase inevitable en todo partido traumatizado por el desahucio, como indican los tres axiomas de una ley no escrita de validez universal: el poder une, la pérdida del poder divide y la división impide la reconquista del poder. Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal podían mantener los modales a duras penas e incluso compartir Consejo de Ministros, pero en los sótanos de la oposición ni se darán los rituales «buenos días». Salir de la refriega sin fracturas y cantando el todos a una, como en Fuenteovejuna, no le será fácil al PP.

Tampoco le arriendo la ganancia a la nueva comandante cuando se proponga vadear la ciénaga de corrupción en la que se hundió su antecesor. No veo a Soraya ni a Dolores libres de pasado ni con arrestos para negar por tres veces a su maestro, como hizo Simón Pedro: «¡Yo no conozco a ese hombre!». El estercolero seguirá hediendo durante meses y Pedro Sánchez ha puesto el listón de Màxim Huerta muy alto. Tanto para él como para los aspirantes del PP, alguno ya invalidado de partida por arrastrar la pesada mochila de un sorprendente currículo.

En la tercera etapa deberá el estado mayor del ejército diseñar su estrategia. Redefinir su espacio ideológico y delimitar el campo de batalla más propicio. Tendrá que evaluar las posiciones enemigas, colocar adecuadamente las piezas de artillería y decidir por qué flanco dirigir el ataque para recuperar el territorio usurpado. ¿Quiere el PP reconquistar las parcelas del centro ocupadas por Ciudadanos, y también ambicionadas por el PSOE, o pretende alambrar su lado derecho para impedir las dentelladas de Vox? La respuesta no es tan sencilla como parece a simple vista. Y mucho menos para un partido que ostentaba el monopolio de la derecha, que regentaba un vasto imperio -media España- que se extendía desde tierras fronterizas con la nación socialista hasta los remotos confines de la extrema derecha. Ahora debe conformarse con un reino venido a menos y establecer su ubicación en el mapa político.

Si el PP supera esas etapas, habrá recorrido tres cuartos del camino que reconduce a la Moncloa. Y aún así le quedaría pendiente la batalla final. Que ya no depende solo de él, porque los demás también juegan. En especial, un Pedro Sánchez encaramado en las almenas del castillo y un Albert Rivera transitoriamente noqueado, pero con larga vida por delante. Con tales perspectivas, me inclino a pensar que el PP no logrará atravesar el desierto. Ni siquiera descarto su colapso. La alargada sombra de UCD, que ayer rememoraba el profesor Blanco Valdés, planea sobre la expedición.