Jessica:
Lo más difícil que has hecho en tu vida fue subirte a ese estrado. Y revivir, delante de todos, como te despertaste en medio una fiesta para descubrir que te estaban arrancando el alma tumbada en tu propio cuarto. Te resbalaban por las mejillas las lágrimas, una mezcla de tristeza, de rabia y de asco. Pero no sirvió para nada. «¿Quién va a creer una guarra borracha?» La frase apareció en el tablero de clase poco antes de que te vieses a ti misma declarando. No sirvió para nada. Aunque había una caja llena de polaroids en las que un grupo de tíos repetían una y otra vez la misma pesadilla: llevaban a sus compañeras de clase, las drogaban, abusaban de ellas y lo iban documentando. Pero Jessica, daba igual ante quien lo hubieses contando. Porque si la segunda temporada de Por trece razones tuviese lugar en España, la cosa no habría mejorado. En vez de en un instituto sería en los sanfermines. En un portal te habrían forzado. Habría pruebas. No polaroids. Noventa segundos de vídeos inhumanos. Y habrías sido igual de valiente. Te habrías subido a ese estrado. Pero ay, la frase sería la misma: ¿quién va a creer a una zorra borracha? Y en vez de agresión, abuso. Y en vez de 20, nueve años. Y ahora libertad provisional: No son los Liberty Tigers. Se hacen llamar La Manada. Cinco cobardes creyéndose muy machos. Y la Justicia cebándose otra vez en la víctima. Y luego que si no existe el patriarcado.