Cuando hablar es una ofensa

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

Quique García

09 jul 2018 . Actualizado a las 10:16 h.

Como estamos en verano, y el verano es tiempo propicio para clásicos y modernos, les recomiendo Crimen y castigo del maestro Dostoyevski. Léanla con atención y dejándose ir, sin prejuicios. Aprendan, con gozo, lo que la literatura puede otorgar a los hombres: sabiduría. Y si son de lápiz y subrayado, como yo soy, destaquen los cientos de párrafos que se solapan en nuestro interior mientras leemos. Les dejo uno de los que aparecen destacados en mi viejo ejemplar de la novela: «Hablar sin sentido es el único privilegio que la humanidad posee sobre otros organismos. Es al hablar sin sentido cuando uno llega a la verdad. Hablo sin sentido, por tanto soy humano». Torra, sin duda, ha leído a Dostoyevski. Y Sánchez, cómo no. Ambos se verán hoy mismo para dilucidar las fronteras de la palabra diálogo. En realidad, no existen para ambos. Y para el Gobierno en pleno, Borrell aparte. Meritxell Batet ya lo señaló desde su Ministerio de Administraciones Públicas: diálogo sin límites. Como si fuese una mala película de acción.

 A mí todo esto me produce una indisimulada vergüenza ajena. Hemos devenido en la meta de toda estupidez: la corrección política elevada a la máxima potencia. Se nos ha vendido que el diálogo es siempre óptimo para la democracia. Disculpen que discrepe: yo no lo creo. Porque hay asuntos de los que no se puede hablar en democracia, precisamente. Cuando se saltan todas las normas de convivencia y se alienta un golpe de Estado que no tiene parangón en ninguna, reitero, ninguna democracia europea, no se puede hablar. Cuando alguien defiende lo indefendible, no se puede hablar. Cuando el diálogo significa ofender a todos aquellos que sí cumplen con las normas democráticas, no se puede hablar. Lo que hoy escenifican Torra y Sánchez es una ofensa ominosa contra España y contra los más de cuarenta millones de españoles que no somos independentistas. ¿Dialogar? ¿De qué? ¿Un referendo? Lo niega la Constitución. La liberación de los delincuentes presos: lo niega la separación de poderes y la Justicia. ¿La independencia de Cataluña? Lo niega el sentido común. ¿La república? ¡Pero quién demonios ha dicho que toda república es el alimento de la bondad y el edén de todas las buenas causas! Podría citarles decenas de repúblicas infames en todos los continentes. Y también, por tenerla más cercana, citar las virtudes de la república de los años treinta en España, que tanto se ponderan, pero muchas de las maldades republicanas que la dictadura de lo políticamente correcto ampara y protege con su silencio.

Sé que lo que he escrito no resultará del agrado de los que piensan que todo se soluciona hablando. Lean Crimen y castigo. Somos humanos cuando hablamos sin sentido. Obvio comentarles cómo termina la novela. Es uno de los finales más tristes de la historia de la literatura.