Don Pedro Sánchez ya sabe gobernar

OPINIÓN

Horst Wagner | efe

14 jul 2018 . Actualizado a las 09:19 h.

Si hace un año le dijesen a Sánchez que iba a pasar este verano en la Moncloa, y que una de sus primeras decisiones iba a ser aumentar el gasto en defensa, se hubiese creído la primera, que era la más difícil, pero no la segunda. Más aún, hubiese jurado por sus muertos que, en su condición de socialista -pelín populista-, jamás antepondría la modernización del material de guerra a la reducción de la brecha salarial, al aumento de las ayudas a la dependencia, al impulso de la investigación o al refuerzo de la lucha contra la violencia de género. También hubiese jurado -en este caso por su vida- que, como presidente del Gobierno, jamás iba a ceder ante las bravuconadas y gilipolleces de un ultra como Trump, ni iba a hacer lo que fuese necesario por obtener una foto saludando y fingiendo conversar con ese dios rubio, con corbata roja, para ganar -con semejante idiotez- unas décimas de prestigio ante sus compatriotas. Pero la verdad es que ya hizo todo eso, ya rompió los juramentos imaginarios que acabo de narrar, y ya aprendió en carne propia en qué consiste gobernar.

Yo creo -¡con perdón!- que Europa tiene que aumentar sus gastos militares y darle pronta y máxima eficacia a una política común de exteriores y defensa, para que ningún botarate como Trump pueda chulearnos y humillarnos, como lo ha hecho, con el simple e imbatible argumento de que somos un gigante con pies de barro que dependemos de sus caprichos y broncas. Y por eso me alegra que Sánchez, que ya había construido aquel infantil argumento de que nosotros no necesitamos más material de guerra, porque paseamos por el mundo nuestra infantería inigualable, heredera de los Tercios de Flandes, se haya tragado su grandilocuente discurso social, y su acartonada estética populista, para asumir y acelerar el mismo gasto que Rajoy ya había aceptado responsablemente. Porque de este modo nos ha demostrado, al menos a mí, que tiene agallas y estómago para tragarse los mismos sapos peludos que todos los demás gobernantes tienen que digerir.

También espero que no tarde mucho en enterarse de que la práctica totalidad de los regalos que nos está haciendo -sanidad mundializada en el servicio y regionalizada en su financiación, abolición de los copagos que implicaban a los beneficiarios en el control del gasto, impuestos que puedan cuadrar las pensiones, salarios vinculados al coste de la vida, nuevos derechos asistenciales y cosas así- nos los tendrá que sacar del bolsillo con las invisibles artes de los carteristas. Porque no está bien que sigamos creyendo que la relajación y el retraso del ajuste presupuestario es un milagro de los panes y los peces, obrado por las ministras y los ministros, que nunca vamos a tener que pagar con gastos, penalizaciones e intereses de demora.

Poco a poco, inexorablemente, todos aprenden lo que es gobernar. Y por eso me alegro de que Pedro Sánchez vaya en esto así de acelerado. ¡Bienvenido, amigo, a la realpolitik!