Y ahora, a reflexionar

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

14 jul 2018 . Actualizado a las 09:22 h.

La decisión de la Audiencia territorial alemana de Schleswig-Holstein de extraditar a Carles Puigdemont únicamente por el delito de malversación, obviando el de rebelión, supone un evidente zapatazo para el juez Llarena, para la Justicia española y, lo que es peor y debe de preocuparnos, para la credibilidad democrática de nuestro país en Europa y en el resto del mundo. «Hemos derrotado la principal mentira», se apresuró a decir el fugado.

Es evidente que se cometieron errores de bulto inaceptables o que no se supieron razonar los delitos. Porque llevamos meses echando un pulso a la Justicia alemana y a la opinión pública europea para intentar demostrar que el president lideró una rebelión de golpe de estado, lo que en Alemania equivaldría al delito de alta traición, y ahora vienen y nos dicen que «la magnitud de la violencia necesaria para la alta traición no fue alcanzada durante los altercados» y que «Puigdemont aspiraba solo a la celebración del referendo y tampoco ha sido el incitador de la violencia».

Quizá existió demasiado empecinamiento por parte del juez Pablo Llarena, azuzado desde todas las esquinas del país. Quizá debió de ser más práctico y ajustar sus acusaciones a las de sus colegas germanos. O quizá éstos debieron de entender mejor el amplio sentido de una euroorden. Pero lo cierto es que una audiencia territorial acaba de poner en evidencia al Tribunal Supremo español, por mucho que Puchi puede ser devuelto a España para ser juzgado por un delito que lo llevaría doce años a prisión, que no es cosa menor, como diría Mariano Rajoy. Delito de malversación que, por cierto, y a decir del ex Montoro, jamás existió.

Después de decisiones muy atropelladas y, probablemente, excesivamente viscerales, ha llegado el momento de una reflexión profunda y un cambio de estrategia. La solución no es desde luego la que propone González Pons de suspender el tratado de Schengen. Todo lo contrario. Ni tampoco rechazar la extradición, como ha hecho el Supremo. De los estacazos se aprende. Y a ver si somos capaces de ver que nuestro Llarena y nuestro Supremo han actuado indebidamente.