No tiene gracia

Luis Ordóñez
Luis Ordóñez NO PARA CUALQUIERA

OPINIÓN

02 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Vi, el día de su difusión en tuiter, el vídeo del monólogo sobre sus no chistes de gitanos y no me reí, aunque esbocé media sonrisa alguna vez, y sobre todo pensé: «la que se va a liar». Y así fue, recuperado de 2013, el monólogo es viejo en más de un sentido, definitivamente faltoso desde el momento en que empieza el relato de que cuando hace chistes de gitanos recibe una carta de protesta «sorprendentemente bien escrita» para tratar de impedirlo y, a continuación, contar historias totalmente anodinas de «payos» con el ánimo jocoso de ponerlas en contraste con las que supuestamente haría, según el prejuicio, un gitano. Termina contando la boda de un payo en la que nos se hace la prueba del pañuelo y la novia no tiene 13 años. Lo que siguió fueron las medias disculpas del humorista, la retirada del vídeo, denuncias de amenazas y también un encendido debate, en realidad una batalla dialéctica en que se ha desplegado todo el arsenal de argumentario al alcance la mano, sobre varias cosas que se mezclan, a veces oportunamente y otras no, como los límites del humor, el respeto a las minorías y la libertad de expresión.

En todo caso más que la polémica en sí, yo me he entretenido leyendo las reacciones del personal y en varios casos las llamativas contradicciones particulares que se cometían respecto a hechos algo similares. Por ejemplo, entre los más movilizados en darle estopa a Bodegas por sus palabras de hace cinco años se encontraban algunos que destacaban sólo hace unos días la inquina con la que se habían recuperado intencionadamente remotas bromas sobre la pederastia del que fuera director de Guardianes de la Galaxia, James Gunn por las que ha sido retirado por Disney de la saga. Lo que en un caso se señaló como caza maintencionada en otro era un feliz hallazgo que ponía las cosas en su sitio. Como este es un país en el que hacer un chiste sobre Carrero Blanco en tuiter puede llevarte a la Audiencia Nacional (puede llevarte allí incluso una función ácrata y chorra de marionetas si a una mamá frenopática se le ocurre denunciarte por apología del terrorismo y el caso lo coge un juez igualmente frenopático); como incluso las letras de un rap espantoso con injurias a la corona pueden considerarse delito no por sus evidentes taras estéticas sino por su contenido, como todo esto ha ocurrido y hasta se ha legislado una ley mordaza abusiva, muchos han destacado que por horribles que puedan ser los chistes de Bodegas (que al fin y al cabo hacen chanza de un colectivo marginalizado) también a lo horrible, en todas las variantes de lo horrible, nos gusten o no deben ser protegidas por la libertad de expresión. De hecho por ejemplo este agosto una jueza en Gijón ha determinado que empapelar de pasquines franquistas de forma sistemática las sedes del PSOE y Podemos en la ciudad es libertad de expresión.

Si discutió si podía llamarse censura al rechazo social que puedan despertar los chistes o si era una palabra demasiado grande para hablar de otra cosa que no fuera el veto estricto del leviatán estatal. Desde luego todo el mundo rechazó las amenazas, aunque hubo quien llegó a mantenerse incrédulo a que existieran realmente porque para mucha gente debatir no es un acto para buscar puntos de encuentro entre dos posturas y aceptar lo que pueda haber de razonado en el lado opuesto sino que se trata de elegir bando al principio y llegar hasta el final con todas las consecuencias sin tomar en consideración nada que pueda ocurrir mientras tanto en el medio.

Lo peor fue descubrir que hubo quien tratara de colar como algún añadido extraño al discurso de la modernidad la prueba del pañuelo, como si los rituales no fueran bárbaros y retrógrados en sí mismos sino en función de si los practica una clase social acomodada o un colectivo étnico apartado. Ocurre también en ocasiones con debate sobre el uso de distintos velos islámicos en las sociedades europeas o cuando se promocionó el burkini en las piscinas y playas también con gran polémica. Es una cosa muy sana respetar en general que cada cual vista como le dé la gana, pero los argumentos de los partidarios de los excesos de indumentaria no van tanto por ahí como para elogiar la «modestia» de las mujeres. Es decir, que las que no van así tapadas son un poco guarras; igual que quien estos días ha defendido que se teste la virginidad de la novia en su boda lo ha hecho para elogiar «la pureza», es decir que las mujeres que no llegan al matrimonio con el himen intacto son un poco guarras. O tempora o mores, que en este siglo es posible repetir razonamientos de beata de rosario diarios como si fueran la vanguardia del pensamiento sexual. 

Esta misma semana la directora Arantxa Echevarría iba a estrenar en Pamplona su película «Carmen y Lola» una historia sobre una relación lésbica entre dos gitanas pero retiró al exhibición ante las protestas de la Asociación Gitanas Feministas por la Diversidad cuyos miembros, aunque han reconocido que no han visto la película, la consideran ya deleznable y del todo repudiable porque la ha dirigido una paya y aasegura que en la cinta se repiten estererotipos y caricaturas. Lo aseguran aunque no la han visto porque, por lo visto, la cuestión aquí es la directora no pertenece al mismo colectivo protagonista de la obra así que es imposible e intolerable.

En lo de los chistes de verdad que no sé, pero casi todo lo que ha pasado alrededor, eso no ha tenido gracia.