El choque entre Valerio y Borrell

OPINIÓN

Chema Moya | efe

01 sep 2018 . Actualizado a las 09:17 h.

Magdalena Valerio es feminista, progresista, mujer y miembro destacado del Consejo de Ministras y Ministros. Y, de acuerdo con sus propias palabras, le acaban de meter un gol por la escuadra; y no por ser mala portera, que no lo parece, sino porque, segura de la defensa, estaba mirando para otra parte. Y Concha Borrell es la líder de Otras -Organización de Trabajadoras Sexuales-, que acaba de lograr que la Administración dirigida por Sánchez, el hombre más feminista del mundo, reconozca el primer sindicato de trabajadoras sexuales de los últimos ochenta años, lo que deja en ridículo -porque una desgracia no es- la engolada sensibilidad del Gobierno socialista. Lo primero que tenemos que recordarle a Valerio y a Sánchez es su pregonada teoría -que yo no comparto- de las responsabilidades políticas, cuya esencia consiste en que cualquier machada que se produzca en una democracia tiene que ser compensada con una ostentosa dimisión, con independencia de que haya culpas e intervención directa en la metedura de pata.

No estoy seguro de que el reconocimiento de Otras sea una equivocación, ni creo que los ministros sean los responsables de todo lo que ocurre en su ministerio, ni acepto que la visión feminista o moralista de los problemas sociales se alcen por encima de la legalidad aplicada. Pero no estamos hablando de mí, sino de Sánchez, que cree en todo lo que yo no creo. Y esa es la razón, respetada ministra, por la que no valen los perdones, ni que el gol fuese por la escuadra, ni recurrir al VAR para que los abogados del Estado anulen ese gol que a todas luces parece legal. Lo único que vale es asumir responsabilidades, dimitir, y cumplir con la monserga que Sánchez nos viene endilgado desde hace siete años. Concha Borrell -juzgándola solo por sus declaraciones- no parece manca, tiene muy clara la diferencia entre la legalidad y la moralina, y no va a tolerar una fácil y pronta resolución de la autorización dada por el Ministerio de Trabajo para la sindicación de las trabajadoras sexuales, salvo que la posible ilegalidad del caso, que los altos funcionarios no vieron, se derivase de un delito, opción que permitiría ilegalizar el sindicato pero que en ningún caso le resolvería la papeleta a Sánchez y a Valerio.

Yo no creo que este caso sea grave, ni que demuestre una negligencia grave de la señora Valerio, ni que haya que exigir responsabilidades políticas -por ética o estética- que no estén contempladas en la ley. Pero Sánchez cree todo eso y más. Cree que la dignidad de las mujeres está en cuestión; que la decencia del Gobierno ha quedado en entredicho; que la igualdad canónica fue pisoteada, y que las responsabilidades políticas son la clave de la legitimidad democrática. Así que, resumiendo, por mi que Valerio siga en su puesto -aunque, si puede ser, dando menos lecciones-. Pero a Pedro Sánchez, admirada Magdalena, le debes una dimisión urgente. Y si no se la das, lo dejas, creo yo, como un farrapo de gaita.