Inmigración, de la teoría a la práctica

OPINIÓN

XOAN CARLOS GIL

01 sep 2018 . Actualizado a las 09:18 h.

En las últimas décadas la llegada masiva de extranjeros a los países más desarrollados europeos ha hecho que la inmigración esté en la mente y en la mesa de las agendas políticas. España ha sido un país que tradicionalmente ha expulsado a personas, si bien en los últimos quince años se convirtió en receptor de población extranjera. El análisis del fenómeno inmigratorio es explicado, teóricamente, desde dos perspectivas. Unas teorías basan sus análisis en explicar la iniciación de los desplazamientos; otras, explican la persistencia de los mismos. La explicación más tradicional de los movimientos migratorios se fundamenta en la teoría económica neoclásica. Parte de la idea de que las migraciones internacionales se deben a las diferentes oportunidades económicas entre los países. Esto es, hacen referencia a las diferencias salariales y a los costes de emigrar. De esta forma, el coste de emigrar es tanto material como psicológico. Está en función de las diferencias entre ofertas y demandas de trabajo, lo que hará que los trabajadores del país con bajos salarios se desplazaran al país de elevados salarios. Este análisis se ha reforzado con otras teorías por las que se admite que los individuos son agentes racionales que deciden emigrar como resultado de un cálculo coste-beneficio; o sea, solo se desplazarán cuando el rendimiento neto esperado de la emigración sea positivo y se desplazarán al lugar donde el rendimiento esperado sea mayor. De esta forma, el individuo combina tanto los salarios como el empleo. Finalmente, la teoría del mercado de trabajo dual subraya que las explicaciones de los flujos migratorios son debidas a la escasez generalizada de trabajadores y la necesidad de cubrir los puestos más bajos en la jerarquía de empleos o en el segmento secundario del mercado de trabajo. Frente a estas formulaciones teóricas existen otras explicaciones. Van desde la aproximación a la privación relativa (cuando un familia decide enviar a uno de sus miembros para mejorar sus ingresos y su posición relativa respecto a los restantes hogares) o desde la propia teoría del sistema mundial (en donde la aceptación de las reglas de la globalización hace más propensos a emigrar a aquellos que encuadran mejor en los viejos o nuevos empleos). Sin embargo, los recientes flujos de personas procedentes del continente africano con destino al espacio europeo responden a un sumatorio de razones más prácticas y tangibles que a las explicaciones teóricas. La combinación de los criterios económicos; factores políticos (falta de libertades civiles o derechos políticos en sus países); existencia de violencia y represión; condiciones de vida (vivienda, educación y sanidad); y esperanza de mejora, entre otras, han llegado alcanzar un punto critico a la hora de asumir riesgos tan elevado como el someterse a las reglas de las mafias y a jugarse la vida a un cara y a una cruz. La evidencia empírica nos dice que elevados niveles de pobreza contribuyen a aumentar las emigraciones. Qué pena que todavía existan políticos y políticas inmunes a estas circunstancias.