La última treta del doctor Sánchez

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

18 sep 2018 . Actualizado a las 08:08 h.

Hasta ayer, sabíamos que Pedro Sánchez había utilizado en beneficio propio una figura tan excepcional como es la moción de censura. Sumar apoyos para derribar a un jefe del Gobierno es perfectamente democrático. Pero aprovechar el viaje para mantenerse en la presidencia disponiendo solo de 84 escaños, en lugar de llamar a las urnas cuanto antes, como prometió, pervierte ese mecanismo convirtiéndolo en una plataforma propagandística de cara a las próximas elecciones. Siendo esto grave, Sánchez dio ayer un paso que va mucho más allá, porque implica no solo utilizar la presidencia de forma espuria, sino jugar con la Constitución para tratar de solventar sus contratiempos políticos, poniendo así en riesgo el consenso en torno a la Carta Magna en un momento especialmente convulso para el país. Plantear fuera del Parlamento -y en un acto convocado para hacer autobombo-, algo tan importante en un Estado de derecho como es la reforma de su Constitución, es una frivolidad que da la medida de su talla política. Pero que un presidente proponga tal cosa sin consultar siquiera con el PP, que cuenta con más de un tercio de los diputados del Congreso y cuyo concurso sería imprescindible para cualquier reforma constitucional, es una irresponsabilidad.

Limitar los aforamientos y acabar con la excepcionalidad de que en España existan mas de 250.000 personas con derecho a ser juzgadas por un tribunal distinto al del resto de ciudadanos es algo conveniente en términos democráticos, que lleva mucho tiempo planteándose y en lo que están de acuerdo casi todos los partidos. Pero requiere una reforma constitucional. Y, precisamente por ello, exige que se aborde con un debate en profundidad, en un clima de serenidad política y con el máximo consenso. Justo lo contrario de lo que tenemos ahora en España. Proponer llevar a cabo una reforma de ese calado en un plazo exprés de 60 días deja claro que se trata solo de una oportunista maniobra política para acorralar al líder de la oposición, Pablo Casado, cuyo máster está siendo investigado precisamente por el Tribunal Supremo y que, de perder el aforamiento antes de que este tribunal se pronuncie, pasaría a estar imputado, como lo están en un juzgado madrileño otros compañeros que obtuvieron ese mismo título.

Con todo, lo más grave es que Sánchez sabía que plantear ahora esa reforma iba a servir para que otros grupos exijan que se incluyan también cambios que podrían afectar al modelo territorial, la unidad de España y la Corona. Y, lo que es peor, que abriría la vía a un nuevo referendo sobre la Constitución que podría acabar minando su legitimidad, dado que Podemos ya había anunciado que ejercería su potestad de exigir que cualquier cambio constitucional se someta a una consulta popular, para lo que bastan 35 diputados. Bien está que el doctor Sánchez se saque otro conejo de la chistera para intentar que pase cuanto antes el cáliz de su chapucera tesis. Pero que no lo haga a costa de poner en riesgo el consenso en torno a la Constitución.