«Cualquier arte a partir de la década de los 60 es indisociable de la política»

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Aad Hoogendoorn

Director del centro 2 de Mayo de Madrid, Manuel Segade será el comisario del pabellón español en la Bienal de Venecia

01 nov 2016 . Actualizado a las 08:56 h.

Desde hace casi un año Manuel Segade (A Coruña, 1977) dirige el Centro de Arte 2 de Mayo de la Comunidad de Madrid. En el 2017 será comisario del pabellón español en la Bienal de Venecia. También ha comisariado la muestra Fin de partida, sobre el ajedrez y las vanguardias, en la Fundación Miró de Barcelona, en cuyo patio se desarrolla la entrevista.

-En Venecia trabajará con el artista Jordi Colomer en el proyecto «Ciudad de bolsillo».

-Jordi Colomer lleva muchos años dedicado a investigar el tema de las utopías con respecto a la ciudad, desde el punto de vista del ciudadano, de la ciudad como forma, de cómo se pueden generar utopías, distopías, perspectivas de ciudad que sean diferentes de lo habitual. El punto de partida son una serie de modelos utópicos de ciudad que tienen que ver con la ciudad en movimiento. Dos ejemplos muy obvios: el regalo de una maqueta de ciudad que puede aparecer en una pintura medieval cuando el arquitecto ofrece la pieza, casi como el maestro Mateo en el pórtico de la Gloria, hasta la posibilidad de mover una casa entera, como las prefabricadas o las roulottes, que están, por ejemplo, en Mi tío, de Tati.

-Utopías y distopías pueden ser lecturas políticas. ¿Cómo ve la relación de arte y política, presente también en esta muestra?

-Aquí hay dos cosas. Con respecto a la propia exposición, las vanguardias suponen ese momento extremo de vinculación de arte y política. Me parece que hay dos mundos distintos: ese mundo de la vanguardia, que culmina desgraciadamente en el Holocausto, como última utopía moderna realizada, que acaba siendo distópica. Y, por otro lado, el arte contemporáneo. Precisamente en los años 60, que es cuando acaba la exposición, en el mundo de las ideas hay un camino que empieza ya en el siglo XVIII, de modernidad, en el que se critica tanto el lenguaje como la posición del que habla, la identidad y se multiplica en subjetividades fluidas. Con eso se critica también la realidad. Para mí, cualquier arte a partir de los años 60 es indisociable de la política. No hablamos de política de partido ni de política práctica, hablamos de ejercicios de representación que provocan un movimiento político en el espectador en este caso. Cuando hablamos de artivismos y todas estas cosas no hace falta el nombre, porque tan político es un abstracto de Malevich como una obra de Santiago Sierra.

-Se quedó a unas décimas de dirigir el CGAC y ahora está al frente del 2 de Mayo. ¿Los proyectos que presentó tienen más en común o más diferencias?

-Hay dos cosas muy importantes ahí. Una, que cuando tú te insertas en una institución, y vienes con diez años de independencia, vas a tener un bagaje de cosas que continúas llevando a la institución. Hay una serie de narrativas y de intereses que hubieran sido comunes. Por otro lado, no tiene nada que ver el centro gallego en su posición central en la capital de Galicia con el caso de un centro en Móstoles, que tiene la misma posición como el centro de arte contemporáneo regional, que también tiene una colección -dos, en este caso: Arco y 2 de Mayo-, pero por su situación periférica exige otro tipo de tratamiento. Por otro lado, los edificios también son diferentes, que es algo que a mí me obligó a definir el proyecto de una manera completamente distinta: el CGAC tiene este espacio, esta arquitectura magistral, complicada pero absolutamente excepcional, que te obliga a no tener que trabajar demasiado en el sistema expositivo, porque cualquier cosa que pones allí funciona porque el espacio funciona por sí mismo. En el caso del 2 de Mayo estaba esta idea que a me forzó mucho a modificar mis ideas previas de como debía ser una institución porque de golpe tenía un contenedor para utilizar de determinadas maneras. Y también es verdad que la tradición que el 2 de Mayo había establecido en estos ocho años se basa en programas de educación y actividades y ocupan mucho de la densidad del centro, algo que tenía que respetar. Son dos proyectos con los que se me podría identificar pero totalmente diferentes.

-Pero en un sitio u otro seguirá trabajando con artistas gallegos.

-Sin duda. He de remarcar una cosa, que es que hasta que hice la exposición de Cabello/Carceller en el Marco de Vigo en estos últimos diez años solo me invitaron a una conferencia de arquitectura en A Coruña y una pequeña exposición que hice en La Normal. Curiosamente, me llama la atención que en Barcelona viví dos años, antes de ser comisario jefe en el CGAC, y no he dejado de trabajar desde entonces. Cada tres meses había algo que me llevaba de París o Róterdam a Barcelona, y en el caso de Galicia curiosamente no. He pasado casi doce años sin hacer nada en el país, cuando es el mío. Creo que es algo sobre lo que reflexionar.