El pianista que fundió el «rhythm and blues» en «rock and roll»

CULTURA

PAUL J. RICHARDS | AFP

Fats Domino, autor de éxitos como «Blueberry Hill» y «Ain't That a Shame», falleció este miércoles a los 89 años de edad

25 oct 2017 . Actualizado a las 23:25 h.

El rock and roll perdió ayer a otro de sus pioneros, Fats Domino, fallecido a los 89 años al sur del Misisipi y frente a la Nueva Orleans que tanta huella dejó en su sonido y que él le devolvió a la ciudad, tanto en lo espiritual como en lo físico: uno de los emblemas permanentes de la resiliencia ante el paso del huracán Katrina es su piano, destartalado por el agua y rescatado de la casa inundada del músico, en paradero desconocido durante varios días hasta que se confirmó que había sobrevivido a la tempestad.

De origen criollo francés, Antoine Domino Jr. se puso a trabajar muy joven para ayudar a llevar comida a una casa de nueve hermanos. En el seno familiar también aprendió a tocar el piano, destreza que perfeccionó con una banda local hasta que en 1949 acuñó su primer éxito, The Fat Man, convirtiendo en virtud -su exceso de peso- lo que otros habrían tomado por defecto. El ritmo contagioso de su piano propulsó el tema y en 1953 ya había rebasado el millón de unidades vendidas, dos años antes del estallido del rock and roll.

Sin embargo, el éxito de Domino se constreñía a las listas de lo que entonces se llamaba crudamente race music o, más eufemísticamente, rhythm and blues: canciones para negros. Pero en 1955 traspasó barreras con Ain’t That a Shame y las compuertas se abrieron: Blueberry Hill, Blue Monday, Walking to New Orleans... En diez años había encadenado éxito tras éxito y tuteaba a todas las estrellas, empezando por Elvis. Los Beatles lo tenían como referencia absoluta y acudieron a Nueva Orleans a conocerlo con la misma reverencia con la que se postrarían ante un dios.

Paradójicamente, fue esa nueva ola de artistas la que señaló el declive de la popularidad de Domino. En consecuencia, se negó a cambiar su estilo, al que permaneció fiel en los años complicados, hasta obtener el reconocimiento como innovador y pionero que se merecía, desde numerosas versiones de sus clásicos hasta ser uno de los primeros en formar parte del Rock And Roll Hall of Fame. Era la justa recompensa a un intérprete que transformó la música popular con su empleo del tresillo, al igual que estaba haciendo en la guitarra otro pionero, Chuck Berry -también fallecido este año-, para aportar al rock la síncopa necesaria para cambiarlo para siempre.