Aurelio Suárez y el Bellas Artes: lo que queda y lo que se frustra

J. C. G.

CULTURA

El director del Museo de Bellas Artes de Asturias, Alfonso Palacio (i), Gonzalo Suarez (c), hijo del artista, y Vicente Domínguez (d), viceconsejero de Cultura, al inicio del acto de presentación del catálogo razonado sobre las obras de Aurelio Suárez.
El director del Museo de Bellas Artes de Asturias, Alfonso Palacio (i), Gonzalo Suarez (c), hijo del artista, y Vicente Domínguez (d), viceconsejero de Cultura, al inicio del acto de presentación del catálogo razonado sobre las obras de Aurelio Suárez. JLCereijido

La ruptura de relaciones del hijo y heredero del pintor gijonés con la pinacoteca asturiana cierra de forma abrupta una fructífera relación y deja en el aire proyectos como la gran antológica o la tesis sobre el artista

22 nov 2018 . Actualizado a las 17:38 h.

Gonzálo Suárez Pomeda amagó hace unos días y finalmente confirmaba el pasado lunes un inesperado fin de ciclo. El único hijo, heredero y custodio del legado del pintor gijonés Aurelio Suárez (1910-2003) comunicaba ese día en persona al director del Museo de Bellas Artes de Asturias, Alfonso Palacio, el cese de cualquier relación con el centro que, hoy por hoy, alberga la principal colección dedicada al singular artista junto a un importante acopio de materiales relacionados con su vida y obra. Paradójicamente, había sido la rueda de prensa de presentación de la tercera donación realizada al museo el momento y escenario escogido para manifestar su descontento con las autoridades culturales, e incluso la amenaza de sacar del Principado la herencia de Aurelio; algo que -advirtió- estaba a «una firma» de distancia. Y que de momento no se ha verificado. Aunque sí hayan quedado descartadas, al parecer de forma irreversible, algunas otras actuaciones del máximo interés para el que el hijo del artista declara «su único interés»: «Hacer que se conozca y se divulgue el legado del pintor». El bloqueo es de doble dirección. El propio Alfonso Palacio ha confirmado que, también por su parte y con toda contundencia, da por «definitivamente concluida» toda colaboración con el legatario de la obra aureliana.

De entrada, la anulación del hasta ahora fluido entendimiento entre Gonzalo Suárez y el director del centro -uno de los más destacados valedores de Aurelio Suárez, estudioso de su obra y autor del catálogo razonado sobre sus fondos en el Bellas Artes- da al traste con cualquier nueva aportación de fondos. Eso incluye una potente donación a la pinacoteca, que esta vez hubiese sido de «obras muy específicas e importantes» según Gonzalo Suárez. También se queda en la cuneta la exposición antológica largamente acariciada desde el momento mismo de la muerte del artista, y que se había comprometido para el año que viene, para su exhibición tanto en el Bellas Artes como en un importante espacio expositivo de Madrid: una muestra que el hijo del pintor consideraba ya inviable dadas las fechas, pero que Palacio ha insistido hasta el último momento en que figuraba en la agenda del museo para el año entrante. Y finalmente, Gonzalo Suárez da por suspendida su colaboración en la tesis doctoral en la que está embarcada la historiadora del arte gijonesa Lorea Rubio. Esa desvinculación es singularmente grave por la falta de documentos, estudios y testimonios sobre un pintor que escogió la discreción más extrema en una buena parte de su trayectoria artística y en general, en todos los aspectos de su vida.

¿Qué ha podido suceder en los últimos tiempos, y en particular en los últimos días, para que se produzca esta voladura de puentes, como poco inesperada? Gonzalo Suárez se limita a reiterar argumentos que ya había dado tras su primer aldabonazo: alega desatención hacia su padre por parte de las instituciones culturales, y en particular «falta de iniciativa de la consejería» de Cultura a lo largo de todos los años transcurridos desde el fallecimiento del artista. Más que un hecho concreto, viene a ser un precipitado de circunstancias, aunque parece que en su decisión ha tenido un peso importante el hecho de considerar imposible la antológica «que, después de 16 años corriendo la bolita, tendría que haber estado para el 1 de agosto de 2019».

El hijo del pintor apela a la misma actitud que hizo que su padre, en plena madurez como artista, decidiese retirarse de los circuitos expositivos y culturales del momento y para el resto de sus días: «En vida tampoco miraron para él, y eso fue lo que básicamente hizo que dejase de exponer: considerar que no tenía los apoyos necesarios», rememora Gonzalo Suárez, quien reprochó especialmente su «desprecio» a los responsables municipales de cultura en Gijón, y en particular al Museo Casa Natal de Jovellanos, que es la otra institución pública -junto con el Museo Nacional de Arte Contemporáneo Reina Sofía- que posee obra del pintor. La directora del centro gijonés replicaba inmediatamente desmintiendo esa desatención.

Sea como fuere, la situación supone un parón brusco y la apertura de una profunda zona de incertidumbre en un proceso de divulgación, exhibición y conocimiento progresivamente más amplio y más institucionalizado de la obra de un pintor que pocos -pero muy devotos- conocían cuando Aurelio Suárez murió. También la cancelación, en principio sin marcha atrás, de una relación que se inició en los albores mismos del museo, con la incorporación en 1981 a sus fondos del núcleo de su colección aureliana, que ahora se exhibe con la dignidad de sala propia y rodeada de obras y efectos personales del artista incorporados en las últimas tres donaciones. Estas, por cierto, no tienen marcha atrás, aunque sí los depósitos realizados por Gonzalo Suárez, que incluyen obras clave en el conjunto aureliano. A falta de saber si hay algún cauce, en este momento necesariamente externo a Asturias, para dar un nuevo empuje a la difusión de la obra de Aurelio Suárez, el Museo de Bellas Artes de Asturias permanece como el sancta sanctorum de su obra en una colección tal vez cerrada definitivamente desde el pasado lunes.