«Si escuchas todas las gilipolleces que se están diciendo en este país, acabas loco»

J. C. G. OVIEDO

CULTURA

José María Pou hace una pausa en la gira de su monumental «Moby Dick» para estrenarse como jurado del Premio Princesa de Asturias de las Artes

23 abr 2019 . Actualizado a las 17:30 h.

Cuenta José María Pou que encontró en una cena con amigos en Oviedo la «excusa perfecta» para no atender al primero de los debates entre los candidatos a presidir el Gobierno español después del próximo domingo. Tambien cuenta el actor y director teatral -que ha hecho una pausa en la gira de su monumental Moby Dyck para estrenarse como jurado del Premio Princesa de Asturias de las Artes- que no le hubiera servido de gran cosa ver y escuchar a los aspirantes, puesto que su voto está decidido «desde hace mucho», incluso «desde siempre», aunque, por principio -precisa-  «nunca hable de a quién voto ni con quién me acuesto». En consecuencia, no puede enjuiciar la actuación ni las artes escénicas de los contrincantes. Lo cual no quiere decir que no tenga las ideas muy claras sobre lo que no debe de ser ni hacer un líder político. Tampoco el seguidor de un líder político.

-No puede darnos favoritos ni decir mucho más sobre candidaturas para este premio. Pero sí puede contarnos qué  encuentra digno de premio, de cualquiera, ahora mismo en el teatro que se hace en España.

-Debo decir que es un momento esperanzador. No me atrevo a decir que es fantástico o maravilloso, pero sí esperanzador, porque a lo largo de los diez o quince últimos años se ha ido decantando un movimiento de jóvenes creadores. Hablo del teatro profesional, en primer lugar. Es una generación muy importante, más incluso que en generaciones anteriores, cuando se pasó una época de crisis. Ahora podríamos hablar en el mundo de la autoría de creadores tan importantes como Juan Mayorga o Ernesto Caballero, y un grupo de chicas o de autores catalanes que están escribiendo muchísimo y estrenando en todas partes. También es un momento espléndido en cuanto a la dirección -gente como Miguel del Arco, Andrés Lima, últimanente Sergio Peris-Mencheta…- y con actores en torno a los 40 están haciendo cosas sensacionales, que dan continuidad a la fantástica cantera de actores que hubo siempre en este país. Es un momento de recogida de una siembra que se hizo en años anteriores, pero en todo caso es un momento espléndido para el teatro. Y diré que no solo en lo profesional; sino también en los que no se han profesionalizado y viven en el mundo del teatro de forma más marginal e independiente. Yo estoy en gira ahora y me gusta leer la prensa local en cada ciudad. Me sorprende ver la enorme actividad local de grupos de teatro. Es momento de ilusión.

-Una gira con uno de esos personajes enormes, como dicen los anglosajones, bigger than life, más grandes que la vida...

-Sí, bigger than life y también consumer than life, porque me está consumiendo...

-Como se consumía él mismo en su propia locura, igual que otros grandes personajes entre sus favoritos, como el rey Lear. ¿Hay algo por lo cual crea que merece la pena volverse loco?

-Si es uno mismo el que decide que se quiere volver loco, me parece estupendo. A lo mejor es escapismo de una realidad que a uno no le gusta. Hay muchos grados de locura que empiezan por eso, por el escaparse, el huir, el vivir otras realidades, no deja de ser una forma de locura. Lo malo es que sean los demás los que te vuelvan loco. Y en este país lo que está pasando en este momento, con tanta gente gritando, hablando, diciendo estupideces, gilipolleces con perdón, que si les escuchas a todos, terminas por volverte loco. Por lo cual recomiendo, precisamente para preservar la salud, seleccionar muy concretamente aquello que quieras oír de diferentes personas.

-¿Y en su caso personal?

-Si la locura es la obsesión llevada al máximo, en este momento y a mi edad, mi locura personal es conseguir de alguna manera vivir en paz y mantener eso que -por hablar de mi país- tanto nos costó conseguir a los de mi generación: la democracia, una democracia bien establecida como la que tenemos, y evitar que pueda deteriorarse de alguna manera ante las muchas amenazas que hay en este momento.

-Independientemente de que Melville o su encarnación del personaje se propongan o no una lectura política, Ahab es la imagen perfecta del loco que arrastra a otros hombres con su locura.

-Exactamente eso es Ahab, que con su egoísmo personal y creyéndose un mesías, arrastra tras de sí a un montón de hombres hasta la muerte, la destrucción y la desgracia. Hay que evitar a esos líderes. Y, por suerte, yo creo que fijándose un poco, escuchando con atención, se les descubre, se les puede conocer a casi todos ellos. Lo que pasa es que a veces, uno de los problemas de la democracia, del «cada persona, un voto» y estas cosas, es que hay gente que no escucha demasiado y se deja llevar por ciertas cosas. Yo creo que, si se analizan las palabras, la actitud de cada uno de los candidatos, de los líderes, se llega a descubrir cómo es y si quieres o no continuar con ellos.

-¿Y ayudan algo el teatro en concreto, la cultura en general, a desenmascararlos, a detectar ese peligro?

-Por supuesto. La cultura es siempre conocimiento, y cuanto más conocimiento tengas, mejor criterio tendrás  a la hora de decidir algo.

-Cuando Ahab y Moby Dyck acaben con lo suyo, ¿qué le espera? ¿Más tablas o trabajo de dirección?

-Aparte de mi carrera de actor, he estado dirigiendo el teatro Goya, una parte de dirección artística en el sentido de elegir un repertorio, unas funciones y demás, pero he dejado esto y me he metido en otra aventura con más responsabilidad, que es la dirección del teatro Romea en Barcelona, el gran teatro histórico de Cataluña. Allí estoy, estrenándome todavía. La temporada que viene está hecha ya, porque se trabaja siempre con adelanto, y es una misión que me gusta mucho, porque me da la posibilidad de decidir de alguna manera, a mi escala, qué tipo de textos quieres ofrecerle al público; y a veces hay textos en los que nadie ha pensado y que tú piensas que puedes ofrecerle al espectador en este momento. Cuando eso es factible, te hace muy feliz. Pero sigo también con mi carrera de actor; después de un año y medio, sigo girando con Moby Dick, una gira triunfal, pero voy a matar por fin la ballena blanca a finales de mayo y, a mitad de mayo, justo antes de terminar la gira, empezaré a ensayar un nuevo espectáculo que voy a estrenar en el Festival de Mérida, que luego se verá en el Romea, y espero también que en toda España. También es un gran personaje, aunque quizá no tan complicado ni como el Sócrates que hice hace unos años ni como Ahab. Es también un personaje de la Antigüedad: Cicerón.

-Tampoco es manco.

-Creo que es un personaje que puede interesar mucho al público porque -atención- fue un hombre muy culto, un especialista en leyes, un gran intelectual, poeta también, filósofo… que decidió en un momento determinado meterse en política. Le costó la vida: le cortaron la cabeza. Es una lección quizá que se puede aprender.