«En el año transcurrido desde la moción de censura, el debate político ha recuperado parte de la sensatez»

J. C. G. OVIEDO

CULTURA

Jordi Gracia
Jordi Gracia

El ensayista Jordi Gracia debuta como jurado del Premio Princesa de Asturias de las Letras, que se falla este miércoles

21 may 2019 . Actualizado a las 22:23 h.

Con Jordi Gracia enfrente y poco tiempo por delante es complicado escoger si hablar con el catedrático de Literatura de la Universidad de Barcelona, el ensayista y especializado en la historia de las ideas en el pasado reciente español, el biógrafo que ha revisado personalidades como Cervantes, Ortega o Dionisio Ridruejo, el articulista con no poco aguijón polémico... Gracia (Barcelona ,1965) está en Oviedo para estrenarse como jurado del Premio Princesa de Asturias de las Letras, que se falla este miércoles, a un mes de unas elecciones generales y a unos días de otra cita electoral. Eso determina la elección del ángulo de entrada.

-Pensando sobre todo en el clima electoral en el que estaremos sumergidos al menos hasta el domingo, ¿cuál es la calidad del debate político e intelectual en este momento en España?

-Diría que ha mejorado sustancialmente con respecto a hace un año. Diría que, pese a la polarización por parte de una cierta derecha que casi parece haberse ido al monte y otra supuesta izquierda que también juega a esa misma radicalización del discurso, el debate ha recuperado parte de la cordura, de la sensatez y de la capacidad de analizar de forma razonable, empírica y fiable los conflictos y los problemas que tiene la sociedad española ahora; no solo en relación con Cataluña. Mi impresión es que, en los últimos meses, ha regresado la capacidad de un discurso crítico, analítico y fiable para resolver problemas reales.

-En todo caso, da la impresión ese tipo de actitudes provienen del exterior de un debate político excesivamente caliente y emocional.

-Yo creo que ha cambiado el clima. La moción de censura ha producido un cambio de clima y tendemos a creer que ese clima lo que ha hecho es polarizar las posiciones, cuando lo que yo creo es que el centro del debate, la ancha franja mayoritaria del debate, no está polarizada, no está radicalizada, sino que tiende a buscar y restituir un discurso más convincente, más solvente y más fiable en términos de análisis y de propuestas de soluciones; insisto en que no solo en el asunto catalán, sino en términos de la desigualdad social gravísima, de no ocultar que la devastación que han sufrido las clases medias ha sido verdaderamente feroz con los gobiernos de la derecha de los últimos años, y que esto forma parte ya del debate público. Me parece muy buena noticia.

-Dónde detecta ese cambio de actitudes. ¿Prensa, ensayo…?

-Lo dicho, creo que forma parte de un clima. Haber dejado de escuchar a portavoces del PP, de la derecha, con discursos muy planos, muy exagerados, y poderlos contrastar con otros discursos que proceden del poder con una voluntad, no de neutralidad, pero sí de ecuanimidad analítica, me parece que es uno de los factores que está propiciando un cambio de tendencias electorales muy evidente en las últimas elecciones y me parece muy probable que también lo propicie en las que nos quedan el domingo que viene. Por eso digo que ese clima, ese talante, esa actitud de haber salido de lo que era una pesadilla, que es para lo que muchos fue esa actitud prepotente y fundamentalista que el Gobierno de la nación tuvo mientras estuvo Rajoy gobernando.

-También se lo ha criticado, de otro modo, a cierta izquierda, con afán de polemista.

-La hubo, y es posible que el discurso de Podemos como opción alternativa de izquierdas para emerger en la sociedad civil y los medias necesitaba una forma de aparición muy radicalizada, con metáforas muy agresivas, incluso con símbolos que parecían ya históricamente periclitados, y que en los últimos tiempos ha ganado una forma de aproximación a los problemas y a las posibles soluciones mucho más democrática, en el sentido duro de la palabra. Es decir, buscando la persuasión de amplias capas sociales con un discurso que ya no apela solo a la emotividad de los símbolos, de los iconos, de las gestas heróicas de la izquierda histórica, sino que empieza a apelar a la posibilidad de cambiar cosas reales en tiempo real: no para el siglo XXIII sino para la década siguiente, y creo que eso es parte de las virtudes de una readaptación democrática por parte de la izquierda del PSOE.

-No para el siglo XXIII. ¿Tampoco frontalmente, como hasta ahora, contra un determinado relato de la Transición?

-Efectivamente. Ellos siempre defienden que decían lo mismo, pero no es verdad: han cambiado el criterio de una manera muy clara y se han aproximado a una visión mucho más afín a la que la mejor historiografía había proyectado en numerosos libros, ensayos, artículos, etc. Naturalmente que la Transición debe admitir una mirada crítica, pero desde -creo- una confianza en que lo fundamental de la Transición, que fue romper con el sistema jurídico y legal del franquismo, sucedió entonces, y eso se plasmó en la Constitución del 78, que no es inmaculada, que no es intocable y que naturalmente, cuarenta años después necesita ser actualizada en una sociedad que ha cambiado de modo bestial. A veces tendemos a olvidar que llevamos tantos años de democracia como de franquismo, y a nadie se le ocurre evaluar el franquismo igual en el año 45, en el año 60 o en el año 75. De manera que deberíamos aplicar este mismo criterio a la democracia para entender que lógicamente la Constitución necesita una sacudida probablemente técnica, controlada -nada de una refundación de la Constitución, algo que me parece absurdo-, pero sí la necesidad de ajustarla a las necesidades democráticas de una sociedad que ha aprendido a ser demócrata, y que por tanto es ahora mucho más exigente de lo que lo fue antes.

-Ha abordado valores como la ironía, la tolerancia, la capacidad crítica, la honestidad y coherencia intelectual o política en distintos personajes y ámbitos de la historia de las ideas, la literatura o la política españolas. ¿Cómo va de esos valores la España actual?

-No vamos mal. No vamos mal en la medida en que son valores que exigen una forma de disciplina y de confianza que pide tiempo, persuasión, conversación, negociación, que pide la aceptación de la posible razón del otro y la necesidad de convencerlo de la razón de uno, pero sin rechazar que ese otro pueda tenerla en determinados aspectos.  No tengo la sensación de que hayamos perdido el talante de la tradición ilustrada como instrumento para conquistar espacios de igualdad, de equilibrio y progresismo en la sociedad contemporánea. Es verdad que, si miras solo el canal de Twitter y determinados ruidos mediáticos, parece que la sensatez, la cordialidad y la ironía como instrumento de análisis hayan desaparecido. Me parece que no es verdad.

-¿Cree que algo de todo esto se está plasmando en una revitalización de géneros como la novela en España?

-Por descontado. No solo eso, sino que una de las narrativas más vivas en la Europa contemporánea es precisamente la española. Se puede decir de otra manera: nunca la literatura española había tenido un nivel de exportabilidad tan alto como el que tiene ahora. Es una pista que me parece inconfundible.