Un cuerpo bélico que gira

Yolanda Vázquez

CULTURA

Un momento de «Les Nuits Barbares (ou les premiers matins du monde)»
Un momento de «Les Nuits Barbares (ou les premiers matins du monde)» Koubi Tournefeuille V Chochon

Maravillosa actuación de la compañía Hervé Koubi en el Festival de Danza de Oviedo, trayendo el brillo de las culturas del Mediterráneo para basar una geografía emocional común

24 may 2019 . Actualizado a las 11:44 h.

No lo sabemos, o quizá ya no queremos recordarlo, pero todos hemos sido bárbaros, guerreros. Todos. Y todos dentro de un todo, el conformado por el territorio único que delimita el agua, el mar. En el caso que nos ocupa, el Mediterráneo, que es el espacio y la encrucijada de culturas, etnias y conflictos que encarna en la pieza Les Nuits barbares ou les premiers matins du monde (Las noches bárbaras o las primeras mañanas del mundo). Antes de que comenzara el espectáculo, y de pie en el patio de butacas, el coreógrafo francés Hervé Koubi se dirigió al público, en una breve intervención en castellano, para loar el eclecticismo y la oportunidad de embarcarse, nunca mejor dicho, en la idea de hablar de un mar de culturas «del cual nosotros somos herederos». Un marco en el que la convivencia de razas, procedencias y credos sea más fluida. (Una idea que quizá habría que poner en contraste con nuestro ahora, el político y social, aunque solo sea por la cruda realidad de las pateras y los inmigrantes subsaharianos.)

El coreógrafo francés y su compañía impulsan desde 2010 un proyecto con base y denominador común en el Mediterráneo, y que ya suma un buen montón de piezas, con otras en proceso de desarrollo. Para nutrir este proyecto que explora la posibilidad de convivencia de razas y culturas, Koubi se ha agenciado un elenco masculino con grandes aptitudes en danza urbana: bailarines de la calle que cada uno en su nicho (hip-hop, capoeira o free style), y con una preparación física impresionante, desarrollan toda esa excepcionalidad sobre el escenario.

Esto, dicho así, no da la impresión de arrojar auténtica luz coreográfica, cuando la realidad es que el grado de hipnosis, y la amplitud sensible que despliegan sobre el escenario 15 bailarines que pudieran parecer medio millar, es una explosión emocional y sensual enormemente atractiva. Koubi quiere comenzar hablándonos del hombre guerrero, de las distintas razas de los bárbaros que circundaban un mismo mar, y los presenta brillantes, propios, vestidos con distintos modelos de falda pantalón, para establecer distintos procederes de lucha y conflicto. Nos muestra ese acercamiento a través de cuchillos y de máscaras, más bien escafandras-joya, que presentan cuerpos hostiles de luz, que poco a poco van transformado su relación civil o social en diálogo y entendimiento para evidenciar que estamos aquí, pero que también estamos condenados a repetirnos.

Y es aquí donde entra el ensamblaje coreográfico del francés, que divide la pieza no en secuencias ni cuadros, sino hilvanando, diríamos, contenidos semánticos, a través de buenas transiciones (el verdadero riesgo de la pieza) que vehiculan el paso de la belleza de la hostilidad a la belleza de la convivencia, para llegar, al final, a la belleza de la igualdad que preserva la diferencia, urgiéndonos a ser capaces de unir las manos en una línea de paz para adoptar una estética-ética común (todos los hombres van solo con pantalón y el torso desnudo). Y es que el mar, ese balsámico Mediterráneo (habría que concluir), nos une. Nos ha unido siempre.

¿Y cómo bailan ellos? Pues, a decir verdad, con un despliegue de energía tan controlado (recordemos que, aunque entrenan, su arte, antes de la calle, se ha trasladado a caja escénica) que exhibe poderío y voluptuosidad y resulta tan atractivo como sugerente. Deseable incluso. La capacidad de salto a lo bestia, la acrobacia llevada a un excelente grado de exactitud lírica a la par que circense, el buen hacer de la ensoñada capoeira, pero sobre todo el virtuosismo del headspin (girar sin cesar sobre la cabeza), protagonizan una alzada de sensaciones nuevas. Volamos en un baño de fisicidad.

Así que lo presenciado en el Campoamor, además de ser otra cosa (ya hemos agradecido desde este lado cuánto conviene la inserción de novedades en el Festival de Danza de Oviedo), tuvo carácter pletórico y humano a través de un cuerpo bélico concreto que funcionó para unir culturas.

(Y permítanme decirlo, porque no me resisto y además es de justicia: los chicos estaban, están, todos cañón).

Ficha artística:

Compagnie Hervé Koubi

Les Nuits Barbares ou les premiers matins du monde (Las noches bárbaras o las primeras mañanas del mundo)

Dirección y coreografía: Hervé Koubi

Asistentes coreográficos: Guillaume Gabriel y Fayçal Hamlat

Música: W.A. Mozart, G. Fauré, R. Wagner y tradicional argelina

Creación musical: M. Bodson

Máscaras, Swarovski Elements; cuchillos, Esteban Cedres

Elenco: Aldi Bousbara, Kobi Elharar, Mohammed Elhilali, Abdelghani Ferradji, Pasquale Fortunato, Zakaria Ghezal, Oualid Guennoun, Bendahiba Maarmar, Giovanni Martinat, Nadjib Meherhera, Mourad Messaoud, Houssni Mijem, Ismail Oubbajaddi, Issa Sanou y El Hossaini Zahid