Eduardo Mendoza: «Como ateo y aficionado al fútbol, el concepto del yin y el yang me parece un disparate»

H. J. P. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

El escritor Eduardo Mendoza.
El escritor Eduardo Mendoza. MARCOS MÍGUEZ

El escritor barcelonés prosigue, con su nueva novela «El negociado del yin y el yang», la serie iniciada con «El rey recibe» con un Rufo Batalla en «misión incierta» por Oriente

07 sep 2019 . Actualizado a las 09:45 h.

«Como ateo y aficionado al fútbol, el concepto del yin y el yang me parece un disparate. Pero no ignoro que a su sombra se desarrollaron grandes civilizaciones». Con esta humorística advertencia pasa el escritor Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) a tratar de hacer entender el por qué del título de la segunda entrega de las aventuras del plumilla de periódico Rufo Batalla: El negociado del yin y el yang, novela que el Seix Barral pondrá en las librerías el próximo 29 de octubre y que da continuidad a El rey recibe (2018), de la que vendió más de cien mil ejemplares.

Mendoza explica que en la corte imperial del antiguo Japón llegó a existir un departamento consagrado al yin y al yang, «un método de distribución de las fuerzas que rigen el universo» que provenía, como casi todo, de la cultura china. Le atribuían tanta importancia, añade, que se le dedicó «todo un sector administrativo, cuyas funciones eran nulas, pero cuya mera existencia honraba un concepto que encerraba en sí el orden del cosmos».

El negociado de su libro alude a esta aspiración gubernamental y a «la forma de gestionar las misteriosas fuerzas que nos llevan de un lado para otro». El autor recuerda que en atención a este principio, «todo depende del equilibrio entre el yin, que representa el principio femenino, la tierra, la oscuridad, la pasividad y la absorción, y el yang, el principio masculino, el cielo, la luz, la actividad y la penetración. En virtud de este equilibrio, el envejecimiento se debe a la pérdida de terreno del yin con respecto al yang. Y como esto, todo».

Claro que su visión respetuosa pero irónica de esta filosofía impregna su nueva novela, en la que Batalla parece desprenderse un tanto de la carga generacional que pesaba sobre él en la primera entrega, pese a que Mendoza -aunque reconociese una veta autobiográfica subterránea- ha negado que el personaje sea su fiel alter ego.

El libro sitúa la acción en 1975, antes de la muerte del dictador Franco. Rufo sopesa dejar Nueva York y regresar a Barcelona, cuando su inquieto amigo el príncipe Tukuulo le hace una propuesta relacionada con un absurdo plan para reconquistar el trono de Livonia, un país hoy inexistente. Movido por su afecto al monarca y por su infatigable curiosidad, acepta una «misión incierta» en Oriente. Será solo el inicio de sus nuevas y disparatadas aventuras.