«Luz de mi vida»: La permanente orfandad

eduardo galán blanco

CULTURA

Casey Affleck opta por un tono de naturalismo seco y helado que confiere plausibilidad a una distopía en la que un virus está exterminando a las mujeres del planeta

22 oct 2019 . Actualizado a las 09:00 h.

«¿Quieres que te cuente una historia?», oímos, casi susurrada, la voz masculina sobre el negro de la pantalla, oscuridad que abre lentamente para mostrarnos, en plano cenital, a un hombre y a una niña, tumbados boca arriba mirando las estrellas. Así, con ese momento de intimidad, con el «érase una vez» de siempre, comienza La luz de mi vida, narración distópica que, sin reconocerlo en los créditos, toma como inspiración un relato del maestro de la ciencia ficción Fredrick Brown, evocándonos también La carretera de Cormac McCarthy, novela adaptada al cine hace diez años e interpretada por Viggo Mortensen.

En un futuro muy cercano -mañana mismo- una extraña e incontrolable enfermedad está exterminando a las mujeres del planeta. Las supervivientes del terrible virus se convierten en oro, codiciadas por todo tipo de locos depredadores. En ese nuevo viejo mundo sin apenas leyes -y cargado de metáforas-, un padre huye por bosques y parajes poco frecuentados, intentando poner a salvo a su hija de 11 años, disfrazándola de niño.

Magnífico actor de, entre otras, El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford o El demonio bajo la piel y ganador del Óscar por Manchester frente al mar, Casey, el más joven de los hermanos Affleck, interpreta y dirige -es su segunda película como director tras I’m Still Here, genial y marciano documental sobre Joaquin Phoenix- la cinta con un tono extremadamente realista. En ese naturalismo seco, helado, radica la capacidad hipnótica de la película, tan plausible que produce escalofríos.

La alegoría alcanza momentos muy hermosos, como aquel en el que padre e hija ocupan una casa abandonada donde la que la niña remeda una vida no vivida -se pone vestidos de chica, ante la alarma del progenitor-, jugando con los objetos de otros que parecen estar aún pegados a sus dueños desaparecidos. En el sótano de la casa, abrazadas, encuentran las momias de una madre y su hija, víctimas de la pandemia.

Además, el atípico físico y la poderosa presencia brumosa de la casi debutante Anna Pniowsky empapan la película de una sensación, casi táctil, de pavorosa y permanente orfandad. «¿Cuan largas deben ser las piernas de una mujer?», pregunta la niña, asombrada, al mirar una vieja revista. Y papá contesta: «Lo suficiente para que lleguen al suelo».

«LUZ DE MI VIDA»

[«LIGHT OF MY LIFE»]

EE.UU.-Canadá, 2018.

Director: Casey Affleck. Intérpretes: Anna Pniowsky, Casey Affleck, Elisabeth Moss, Tom Bower, Hrothgar Mathews, Timothy Webber.

Ciencia ficción.

120 minutos.