«Siempre que utilizas el pasado para las guerras políticas del momento acabas contaminándolo»

Es difícil saber qué día se posó ante David Trueba (Madrid, 1969) la idea de escribir Tierra de Campos. O cuándo fue exactamente que no pudo ir a la compra si no escribía antes Si me borrara el viento lo que yo canto. Pero la idea que germinó en una novela sobre la pérdida de los orígenes le ha valido el Premio Novela Europea Casino de Santiago y en toda su amplitud presenta en Cineuropa esa otra idea que aborda el franquismo desde la perspectiva fresca de Chicho Sánchez Ferlosio.

-Con «Si me borrara el viento lo que yo canto» viene a insistir en eso de que la historia no se escribe con mayúsculas, que quien teje la historia es la gente anónima.

-Sí [sonríe]. Es verdad. Es algo que está en algunas de mis novelas, en alguna de mis películas y que siempre me ha parecido digno de contarse. El cambio social siempre lo tenemos asociado a los libros de historia, con unos grandes nombres y momentos cumbre y se nos olvida que la realidad es mucho más prosaica. En los salones de casa, en las cocinas, en la intimidad de las familias se hace mucha historia y está hecha por personas en minúsculas, que son anónimas para la posteridad, pero que han hecho un gran trabajo, porque han variado, han impuesto las costumbres nuevas y han transformado la vida. Y creo que hay que ser generosos con eso.

-Llega este documental, que habla del franquismo, en un momento, si se me permite decirlo así, en que la memoria histórica ha sido exhumada.

-Siempre es como una especie de coincidencia. Tratas algunos asuntos o retratas cosas del pasado y de pronto sorprendentemente son mucho más de actualidad de lo que calculabas. En el fondo se confirma que somos una concatenación de elementos de nuestro pasado y el pasado no es pasado, sigue presente. En el caso de la exhumación creo que es más anecdótico que otra cosa. Es como poner un orden simbólico que desde muchos países nos estaban demandando. Creo que arrastrábamos un complejo que no nos merecíamos. No sé por qué tenemos que arrastrar ese complejo. No somos así y el franquismo para mi generación no tiene ninguna presencia ni ninguna importancia. Fue una tragedia nacional pero hace tiempo que miramos hacia adelante, por lo tanto era absurdo que siguiera una simbología tan obscena presente. Por supuesto que no podemos cambiar la historia, pero esto es tan reciente y todavía en una especie de exaltación que era ridícula. Cada vez que teníamos un problema en el extranjero, como pasó a raíz de la crisis catalana, se nos quedaba cara de tontos cuando nos decían ¿y el Valle de los Caídos? En lo demás no somos franquistas, porque tenemos nuestra separación de poderes, pero es verdad que eso sería intolerable en Inglaterra, en Francia, en Alemania...

-Pero esto ha generado un profundísimo enfrentamiento, incluso en las urnas.

-Siempre que utilizas el pasado para las guerras políticas del momento acabas contaminando el pasado. El pasado es muy interesante para estudiarlo, para reflexionar sobre él, para acercarse y ver qué consecuencias ha tenido en nuestro presente. Pero quizá de lo único que lo sacaría es de la disputa electoral cotidiana. Creo que eso por parte de los políticos sería más digno que lo hicieran con los elementos de la sociedad contemporánea, que suficientes problemas tiene como para entrometer ahí a generaciones del pasado que no pueden defenderse, que vivieron la Guerra y fue traumática en un bando y en otro. Esas cosas creo que no conviene tratar de sacarles un rédito. Tendríamos que tener más dignidad en dejar que eso fuera fuente de estudios, fuente por supuesto de la ficción, de la memoria... Pero no fuente de la pelea de ahora. Ahora hay que pelearse por como dar trabajo a los jóvenes, por como hacer un país con una estabilidad industrial mayor, por como solventar los problemas migratorios.. Por como solventar muchas cosas que tiene el país y que no tienen nada que ver con la Guerra Civil.

Quizá de lo único que sacaría [el pasado] es de la disputa electoral cotidiana

-¿Es que nunca nos vamos a librar de ese cliché de las dos Españas?

-Ese cliché curiosamente creía que era español, pero fui descubriendo que hay dos Estados Unidos, dos Venezuelas, dos Argentinas, dos Francias, dos Alemanias... Todos los países tienen una división muy radical si eligen el elemento divisorio como el sintomático de un país. Creo que hay que ser más generoso con tu país y darte cuenta de que efectivamente si eliges marcar una línea divisoria en unos elementos como esos la marca la haces. Pero también un país tiene mucha más pluralidad que eso y los elementos están mucho más confundidos. No hay que obsesionarse con lo que nos divide y aunque parezca un lema de campaña del PP también hay muchas cosas que nos unen y debemos afinar por ahí. También puedo ir por otro lado y encuentro una España que se divide de otra manera. Imagínate que empezamos a hablar de dos Españas entre la España que lee, la que va al cine, que ha usado la cultura como ascensor social, como un cambio de estatus. También hay dos Españas ahí, porque hay una España de las rentas, una España que sin moverlo ni generar trabajo sigue viviendo del dinero de la familia y hay otra España que se esfuerza y que ha salido de sitios muy recónditos, que ha conseguido que sus hijos estudien, que sus hijos han ascendido en la escala profesional y que son gente sensible y con una cultura... Pues también trazas dos Españas ahí y a lo mejor es más interesante esa división que la otra.

-Al recoger el premio, hacía un alegato que hablaba de la cultura como bálsamo contra las pasiones destructivas. Pero la cultura es lo primero que es accesorio.

-Ya se ha visto, salimos de una campaña en la que creo que nunca jamás se ha mencionado. Ni siquiera la han usado para atacarse entre ellos. La han ignorado como realmente la ignoran en la vida cotidiana. No hay más que ver el uso que hacen de las televisiones públicas, de las radios públicas, la poquísima presencia que tiene la cultura. En las privadas ya ni te cuento, pero en las públicas, que tendría que ser el buque insignia, no lo es. Te sientes a veces un poco huérfano. Dicho eso, ahora que me ha tocado hablar con chicos de instituto siempre se lo digo: la cultura no es lo que vosotros creéis que es. No es el negocio del cine, ni el negocio del mundo literario. Es el barco salvavidas en muchísimas tormentas de tu vida íntima. Es el lugar donde encuentras recursos, donde encuentras ejemplos, donde encuentras riquezas que no tienen que ver con el dinero, sino con la experiencia sensorial, la experiencia emocional. Seguramente en muchos sitios es a lo que te vas a tener que agarrar porque te vas a encontrar solo y desamparado. Realmente es un salvavidas.

PACO RODRÍGUEZ

-Sigamos con la historia con minúsculas, con la que que también se escribe Tierra de campos, que habla de la historia reciente y de otras dos Españas: la rural y la urbana.

-Otra gran división, claro. Sobre todo visto desde mi generación. La generación de nuestros padres y nuestra generación tiene una gran línea divisoria, que es que ellos aún tenían un lugar al que regresar como los orígenes, que en algunos casos habían abandonando por el gran flujo migratorio de la Guerra y la posguerra y tenían una sensación de nostalgia, pero tenían claro el regreso. Y el regreso tenía que ver con la tierra. En cambio, nosotros somos una generación que ha crecido mucho menos apegada a lo terrenal y mucho más influenciada por la globalización. ¿Cómo se conjugan esas dos cosas? Porque nuestros padres tenemos claro a dónde los vamos a llevar a enterrar o dónde querrían ser enterrados. Pero ¿y nosotros? ¿Qué van a hacer con nosotros? ¿A quién pertenecemos ya? Ese enigma me gustaba plantearlo en el libro entre este padre recién fallecido y ese hijo que va a cumplir con su última voluntad, devolverlo a su pueblo, pero al mismo tiempo se pregunta ¿y yo, de dónde soy?

-A dónde me van a lleva a enterrar a mí.

-Eso es, qué harán conmigo. Creo que la gente tienen mucho miedo a hacerse esa pregunta. Por eso ha llegado esta exaltación de lo nacional. Todas las exaltaciones tienen que ver con el miedo. Cuando llega ese miedo de ¿y yo de dónde soy, a dónde pertenezco? empieza la hiperidentidad, eso de justificarlo todo por nuestra identidad. La identidad es un factor en muchos casos azaroso. Nacer o aquí o allá realmente ha sido fruto de una serie de accidentes. No exacerbemos la identidad y busquemos la  fabricada por nosotros mismos: qué mundo hemos construido, qué entorno, qué familia, qué amistades, qué vínculos. Esa es nuestra identidad, no puede venir mágicamente del terreno. Eso tenía mucho sentido en la generación de mis padres, agricultores. El campo se lo había dado todo, la tierra se lo había dado todo y habían formado su carácter según su clima y su tierra. ¿Nosotros? Nosotros ya no vivimos pendientes del tiempo meteorológico, ni pendientes de la cosecha. Vivimos en otro sitio y por lo tanto nuestra identidad no puede ser esa, tan rancia.

-En la novela aparece una frase: En España hay una guerra de tradición y modernidad. ¿Seguimos en esta batalla?

-La hay en muchos países, no solo en España. Sí, la gente se agarra a esa especie de tradición justficativa cuando llega la exaltación de la fiesta popular y lo ves un poco como ¿pero realmente el siglo XXI necesita esta exaltación o quizá si somos sinceros pondríamos el acento sobre una nueva forma de vivir, sobre una nueva forma de comunicarse, de sentir...? Nos da miedo, porque es pasar de un terreno muy sólido a uno muy étereo, pero es el que vamos a pisar. El futuro de la humanidad está en las ondas.

-Nos estamos resistiendo.

-Eso es. Tenemos miedo al cambio porque venimos de una cultura anterior que ha sido la ejemplar y nos sentimos muy huérfanos. Lo que digo siempre a la gente es sé valiente para vivir tu tiempo como corresponde. Es difícil, porque todo el mundo prefiere imitar lo anterior.

-Es que repetir lo que se conoce da seguridad.

-Sí, es andar sobre un terreno conocido, pero realmente ha cambiado mucho. ¿Qué ves ahí? Una enorme resistencia. Pero no es la resistencia lo que cuenta, sino conseguir en el entorno en el que estamos, tecnológico, hipercomunicado, ser felices, ser personas, desarrollarnos,  hacer un tejido social, poder convivir. Eso es lo que importa. Salvar la casa de tus padres ya no es la cuestión. Tú abandonas la casa y ya no vive nadie. No le tengas tanto apego.

La generación de nuestros padres y nuestra generación tiene una gran línea divisoria, que es que ellos aún tenían un lugar al que regresar como los orígenes

-Otra historia en minúsculas. El río baja sucio. Si Tierra de campos habla de la pérdida de los orígenes, esta habla de la pérdida de la inocencia. De descubrir que los padres no son infalibles.

-Creo que los padres adoptan un rol con respecto a sus hijos de transmitirles seguridad y la adolescencia se caracteriza por que los chicos, como cuenta El Mago de Oz, descubren que detrás de esa aparente seguridad y esas aparentes certezas hay las mismas inseguridades e incertidumbres que tiene el adolescente.

-Que son humanos.

-Sí,que son humanos. Entonces hay una crisis, que consiste en el que adolescente dice que si no hay esas certezas, ¿a dónde vamos? Pues vas donde te lleves tú a ti mismo. Tienes que coger las riendas de tu vida. En eso consiste hacerse adulto. El caballo no puede desbocarse porque alguien lo va a retener para salvarte. El caballo lo tienes que retener tú, porque si no te va a tirar y te va a patear. Ese momento me encanta, me parece muy novelístico y muy evocador. Lo recuerdo como importantísimo en mi vida y mi formación. Además tiene que ver con la naturaleza vista desde el territorio del paisaje, de los lugares que son importantes para ti, porque hemos sustituido unos lugares por otros. Está claro que todo el mundo tiene un paisaje que asocia a su infancia, a su juventud, y quiere cuidarlo y preservarlo. Me gustan esos asuntos y empiezo a rascar ahí y saco cosas. Algunas se me escapan de las manos y otras más o menos las entiendo y con ellas voy tejiendo la literatura.

-¿Cómo se dominan ambos lenguajes, el cinematográfico y el literario?

-Son ideas que surgen con un lenguaje distinto. Uno está más basado en la imagen y otro es más el lenguaje evocativo de las palabras. Uno te permite una expresividad y el otro otra. Se trata de aprovecharlos.

-¿Las ideas nacen para una cosa u otra?

-Nacen con un lenguaje.

-Nunca cambian.

En mí muy pocas veces. Han sucedido accidente ¿eh? Que algo se ha trasvasado a mitad de camino, [ríe] pero no suele ser lo habitual. La idea es como el reino animal. Sí, un perro y un caballo son animales, pero cada uno nace con unas características. Las ideas también nacen con sus características. Y si eres una persona atenta esa idea te está dictando cómo va a ser contada. Simplemente es prestarle atención, no tratar de saber a dónde te lleva la idea antes de que se desarrolle. La idea tiene que llegar y luego germinar hasta que sea suficientemente grande como para permitirte conocerla en toda su amplitud. Las ideas tienen su proceso y lo mejor es estar pensando en otra cosa, la idea viene, se posa, se desarrolla y hay un día que molesta tanto que ya no puedes ir a la compra si no empiezas a escribir lo que tienes en la cabeza. Ese es el día que hay que empezar a escribir, y no antes.