Antonio López: «El dinero y la ignorancia arrasan con la vida buena»

CULTURA

María López

«Hay una transmisión de la vida equivocada y una mala cultura, porque luce o vende más», sostiene el pintor. El amor con su mujer, la artista María Moreno, fallecida en febrero, fue el descubrimiento más «maravilloso» del hombre que anticipó un Madrid enorme y vacío. Su mirada es una gran vía realista

17 jul 2021 . Actualizado a las 18:34 h.

Antes de que la pandemia le diese el alto a nuestras vidas, «había gente que lo hacía muy bien. Esa gente seguirá haciéndolo bien. Y había gente que lo hacía muy mal, y seguirá haciéndolo mal», asegura el pintor y escultor Antonio López (Tomelloso, Ciudad Real, 1936), que ha pintado Madrid con minuciosidad y tiempo, como adivinando (él lo niega) en la ciudad la gran familia de edificios y calles sin gente en la que se ha llegado a convertir. «Las personas no cambiamos. La ciencia nos ha echado una mano para curar enfermedades que hace años nos mataban, y es un adelanto que ha hecho posible la mejor gente, la gente inteligente. La gente inteligente ayuda a los muy brutos, pero los muy brutos meten la pata peligrosamente, ¡y a veces ocupan puestos importantes! Pero esta es una lucha entre la luz y la sombra que ha ocurrido siempre», dice el artista que se tomó veinte años para pintar a la familia de Juan Carlos I.

-¿Qué propone un maestro de la luz para iluminar esas sombras?

-No hacernos muchas ilusiones... Yo nací meses antes de una guerra que duró tres años. ¿Y por qué se hizo esa guerra? No sé... La cosa empeora, siempre empeora cuando las personas que nos guían no son las adecuadas, las que no deberían mandar, sino obedecer a las mejores.

-¿Tiene que ver con la falta de inteligencia o con la de bondad?

-La bondad es una inteligencia del alma, pero necesita la otra inteligencia. La unión de la bondad y la inteligencia lleva a las buenas soluciones. Pero ojo, los brutos que nos guían no son idiotas... Son gente que ha estudiado, que sabe idiomas, que pueden pasar por personas por inteligentes. Pero les falta algo, algo que tiene que ver con la visión amplia de la vida.

«La gente mejor debería estar en puestos de responsabilidad. ¿Dónde está esa gente?»

-¿Y con la cultura?

-Hay también una mala cultura, que es la acumulación de conocimientos sin una guía acertada. La gente que es mejor debería estar en los puestos de responsabilidad. ¿Dónde está esa gente? Debe de ser la gente que está trabajando y no vemos en el escaparate, donde están otros. Debería haber un contrapeso del poder y el dinero. El dinero y la ignorancia están arrasando la vida buena. Y la imaginación...

-¿Qué ha hecho patente la pandemia?

-Hemos descubierto las cosas imprescindibles: que la gente vaya al mar y pesque, la necesidad de personas como los médicos que salvan vidas... Y hemos descubierto cosas que no deberían ser: una boda no debería ser como es, ni una Primera Comunión. Hay que ser más austero, la austeridad es hermosa y elegante. Hoy hay una transmisión de la vida equivocada, porque vende más o es vistosa, o se lleva... y es un plato de aspecto suculento pero corrompido. Y esto hay gente que lo ve; esa es la gente que deberíamos ver, la que debería estar en el escaparate.

—¿Estamos maleducados por la prisa?

—Pero en la prisa, esa especie de tono que tiene nuestra época, hay gente que entra y hay gente que no. Como hay gente que tiene imaginación, gente que ve las resquebrajaduras también en las cosas buenas. Y no todo el mundo sabe hacer esa lectura. Siempre se habla en plural y habría que usar el singular, diferenciar entre unos hombres y otros, hombres y mujeres... Porque hay chicos que son la salvación y otros peligrosísimos. Esta es la historia de la humanidad. No habrá que creer todos los datos de la Biblia, pero ya el hombre se inventó un comienzo terrible. Seguro que no fue así, pero indica el síntoma de lo que el hombre lleva en la cabeza. Tú y yo, y cada uno, debería tratar de hacer su trabajo lo mejor posible y llevar, en general, una vida más austera.

«La austeridad voluntaria debería ser considerada un ideal»

­—¿La austeridad nos hace mejores?

—Una austeridad voluntaria sí. Deberíamos considerarla un ideal, no que el ideal fuese una mansión, un yate, un montón de millones, más y más. El ideal debe consistir en otro tipo de placeres. No hay que ser tan ignorantes...

­—Su Gran Vía, sus pinturas de Madrid, anticipan de algún modo el paisaje inhabitado que hemos visto esta primavera.

—No, no exactamente... El arte habla sobre todo de cosas que tienen que ver con sentimientos, que es son lo que nos comunica. El arte bueno. El del siglo XX se ha complicado, hace una obra muy personal, fuera de las reglas generales, y es un idioma que resulta difícil de entender. Es difícil entender a Miró... También es difícil entender a Velázquez. La persona que no entiende a Miró a o Picasso, ¿cómo va a entender a Velázquez?

—¿Es el mismo hombre y artista de «El sol del membrillo»?

—El mismo pero 30 años más viejo. Con varios remiendos y operaciones que me han tenido que hacer. Tengo 84 años, noto mucho la edad.

«La gente no cambia. Un membrillero siempre será un membrillero y un cardo borriquero siempre será un cardo borriquero. Estamos condicionados por nuestra naturaleza»

—¿Ha cambiado su mirada?

—La gente no cambia. La gente puede mejorar, crecer, pero dentro de lo que es. Un membrillero siempre será un membrillero y un cardo borriquero siempre será un cardo borriquero. Cada persona es un enigma y puede llegar a sorprenderse incluso a sí misma. El gato puede ser amable pero si lo molestan... Yo noto que no, no he cambiado. Sé más que antes, que cuando vine a Madrid a los 13 años y he ido aprendiendo muchas cosas, porque me gusta saber más; es mi norte. Pero mis partes buenas son las mismas que tenía antes y las partes oscuras también son las mismas. Estamos muy condicionados por nuestra naturaleza. Mari, mi mujer [fallecida en febrero] era muy buena... Hay mujeres que no lo son, o igual lo son si se esfuerzan... Una cosa es la bondad natural y otra la que viene del esfuerzo. Yo me comporto mejor de lo soy. Yo cuando voy de una manera más auténtica o más falsa lo sé, lo noto dentro de mí. Eso en el arte se nota muchísimo, lo que está hecho de verdad y lo que está hecho para funcionar, para hacer una carrera.

—¿De qué obras se siente más orgulloso?

—Yo he hecho muy desde el principio cosas que me gustan y cosas que no. Ahora también. En el arte es difícil mantenerte puro, ser Van Gogh, ser sincero hasta límites tan peligrosos. En general, el artista hace pactos para que no le atropellen.

—¿Cuál ha sido su momento más feliz?

—El comienzo con Mari fue maravilloso, el encuentro con el amor en su comienzo es algo tan grande... pero ha habido otros momentos maravillosos. A mí el arte me ha dado también grandes momentos, el ejercicio del arte ha ido en mi caso unido al conocimiento del arte en general.

María López

—Ya nació entre telas y pinceles, con otro Antonio López pintor, su tío.

—Ah, sí, claro... ¡Le veía todos los días en casa! Pero no me di cuenta del valor hasta que tuve cierta edad. Un niño puede estar con Bach y pensar que es un pesado con la música. Para disfrutar ciertas cosas hay que saber, hay que crecer un poco.

—¿El artista crea confinado, aislado interiormente del barullo del mundo?

—El artista (el pintor, el poeta) es el que menos ha cambiado. Tiene que ver con la independencia que te da el arte, una forma de soledad. La creación ha continuado en esta crisis, no se ha parado.

—¿En qué se parece el artista al resto de la gente?

—El artista es el resto de la gente. El artista es como el que pone un restaurante, quiere que la gente entre. No veo diferencias entre un artista y un taxista o el que va a coger percebes.

—¿Qué es lo mejor de la vida?

—Lo mejor para mucha gente no es lo que yo considero lo mejor... El arte puede ser muy bueno, ayuda si va en la buena dirección. A mí me ha ayudado mucho el arte, pero soy un pecador y hago a veces cosas indebidas (risas). Lo mejor para mí es la vida buena, la de los placeres sencillos, y esas cosas buenas que pueder dar la vida vienen en gran medida de la voluntad de encontrarlas.